Capítulo 33

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Lucero colgó y compró las naranjas para hacer zumo y las verduras para preparar la sopa.
Iba cargada como una mula, y tuvo que hacer malabarismos para que no se le cayera todo por la escalera, pero por fin llegó a casa.

—Hola, ya estoy aquí. —Dejó todas las bolsas en la cocina, se quitó la chaqueta y fue directa a la habitación de Manuel.

—Manuel, ¿hola? —Entró en la habitación, que empezaba a oler ya a enfermo, y se sentó en la cama—.
¿cómo estás? —Le puso la mano en la frente y comprobó que la tenía empapada de sudor y ardiendo.

—Lu, ¿qué haces aquí? Vete, déjame. —Temblaba al hablar y seguía sin abrir los ojos.

—Vivo aquí, al menos de momento. —En ese instante se acordó de que se había olvidado de ir a firmar el contrato de alquiler—.
No pienso irme hasta que te cures. Tienes que tomarte esto y beber algo. Vamos, seguro que te pondrás bien.
—Se levantó de la cama y subió un poco las persianas para que entrara algo de luz del exterior—. Voy a prepararte un caldo. Descansa y luego te lo traigo.

—Los artículos.

—Ya están maquetados. La verdad es que son muy buenos; espero que no te moleste que los haya leído.
—Le secó el sudor de la frente con una toalla—. Todos me han dicho que te mejores, y que no vuelvas al trabajo hasta que estés bien. Así que ya sabes, tienes que cuidarte.
—Recogió el vaso y salió de la habitación.  Manuel volvía a estar dormido.

En la cocina,  Lucero preparó el caldo de verduras. Mientras lo hacía, escuchaba a Nina Simone  y pensaba en cómo habían cambiado las cosas. En tan sólo unos meses había encontrado nuevos amigos, un nuevo trabajo y a Manuel. Quizá no había sido tan malo lo de romperse la pierna.

Preparó una bandeja con un plato de sopa, un poquito de zumo, los antitérmicos y una servilleta, y se lo llevó a Manuel.

—Hora de cenar. He preparado sopa de verduras. Despierta.
—Como Manuel ni siquiera se movió, Lu dejó la bandeja y se acercó a él—. ¡Dios mío! Estás ardiendo. MANUEL, por favor, despierta, vamos.

Estaba muy preocupada, tenía que hacer algo.

—Lu, mi reinis. —Manuel deliraba, sudaba sin parar y tiritaba.

—MANUEL, abre los ojos, por favor. —Nada—. MANUEL, tienes que tomarte esta pastilla, tienes que ponerte bien, si no, yo... —Notó cómo se le llenaban los ojos de lágrimas—. Vamos Lucero, no seas histérica —se dijo a sí misma—. Sólo es un resfriado. Lo que tienes que hacer es lograr que se tome la medicación y hacer que le baje la temperatura. Tranquilízate y piensa en lo que haría mamá.

Entonces se acordó de que su madre trituraba las pastillas y las mezclaba con el zumo, y decidió que no perdía nada por intentarlo.

—Manolo, tienes que beberte esto. —Él seguía sin responder, así que Lu cogió una cucharita y se la acercó a los labios—. Eso es —dijo al ver que así conseguía que se la tomara—. Espero que cuando te mejores me compenses por este susto. —Manuel estaba ahora un poco más tranquilo, y Lucero logró que se bebiera todo el zumo.

Cuando acabó, le secó otra vez la frente, le arregló las sábanas y, antes de salir de la habitación, le dio un pequeño beso en la nariz. Fue una tontería, pero su madre siempre se lo hacía cuando estaban enfermos, así que seguro que eso también serviría para algo.

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♡︎𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙤 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙥𝙚♡︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora