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La habitación habitualmente se encontraba silenciosa. Pocos eran los que entraban si no se trataban de los médicos o el alfa del norte que lideraba al pequeño grupo que se había quedado atrapado en la torre. Sin ninguno de ellos en la habitación Taehyung simplemente guardaba silencio.

Eran contadas las palabras que había pronunciado desde que salió del acantilado. Al inicio había sido un completo desastre, pues los llevaron a la torre mientras todos estaban en pánico, no les tomó mucho tiempo reconocer al alfa herido como el mismo comandante del Norte.

Incluso ahora, ya pasados más de diez días desde que llegaron a la torre, el pánico persistía; pero por causas diferentes. Taehyung había logrado escuchar un par de conversaciones, la mayoría se trataban de la amenaza que se acercaba desde el norte y de la incertidumbre que refería a la frontera del sur. A él no le importaba mucho el exterior, pero sí había algo que le molestaba y era el debate popular que había surgido con base a ello.

Cada día que pasaba había más personas que se unían a la idea de abandonar ese lugar cuanto antes y eso era algo que él no podía compartir.

Un suspiro salió de lo más profundo de su pecho, como si hubiera pasado los últimos segundos conteniendo la respiración mientras escuchaba la misma conversación del otro lado de la puerta. Los alfas de afuera ni siquiera se estaban preocupando por bajar la voz mientras hablaban explícitamente sobre abandonar a Jungkook. A él le habría gustado ser capaz de decir algo, de salir y oponerse a viva voz, cerrar las bocas de los muchos alfas que comenzaban a dudar sobre si el pelinegro despertaría algún día.

Pero no tenía caso. Ellos no estaban dispuestos a escuchar a un omega, eso lo había comprobado en muchas ocasiones durante los primeros días en el lugar, como cuando habían intentado sacarlo de esa habitación. Aun así, estaba listo para hacerlo en caso de que fuera necesario, cada día esperaba a que un alfa entrara por la puerta con la noticia de que comenzarían con el camino y él se opondría con su discurso que había preparado en su mente durante los últimos días. Si las cosas empeoraban estaba dispuesto a usar la pequeña lámpara a su lado para estrellarla contra la cabeza de alguien.

Cualquiera que sea la circunstancia, él no saldría de ahí por voluntad propia y algunos de los alfas ya lo habían notado.

Pero por el momento no tenía de que preocuparse, al menos no mientras que el alfa rubio se encontrara a cargo.

El general Park Jimin había llegado un par de días después que ellos. Fue el primero en dar la orden de permitir que él y Sungjae vean a Jungkook, el alfa que visitaba con más regularidad la habitación preguntando por cualquier signo de parte del pelinegro y quien se encontraba de su lado en cuanto la idea de abandonar la torre volvía a ser tema de conversación.

Mientras que Jimin no diera la orden no abandonarían el lugar y aquello era suficiente para Taehyung. Podía soportar las conversaciones desconsideradas mientras tuviera la certeza de que esperarán al pelinegro.

En un intento de ignorar las palabras del exterior es que giró su cabeza. Había pasado las últimas horas en la misma posición, sentado en una silla junto a la cama en donde Jungkook se encontraba. Tenía sus brazos y cabeza recostados en el colchón ligeramente duro y su mano firme sobre la del más pálido. A su lado, en la mesa de noche, la bandeja de la comida que le habían llevado más temprano seguía intacta, su apetito se había esfumado hace días y solo consumía alimento cuando el alfa rubio lo presionaba con sutileza para que comiera.

Taehyung lo hacía, más como una especie de agradecimiento hacia Jimin que por gusto.

Y como si solo la fuerza de sus pensamientos lo hubiera invocado, escuchó la puerta abrirse. Taehyung era más consciente de los dos alfas que entraban a la habitación por su aroma que por el sonido, pues habían entrado en total silencio.

Huellas | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora