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Jungkook miró hacia arriba para encontrarse con el azul claro en el cielo despejado.

Había amanecido hace poco tiempo, todavía había un débil rastro de colores cálidos y sin ninguna nube a la vista. Sin embargo, un aroma extraño comenzaba a picar en su nariz. Rondaba por todos lados, como una brisa apenas perceptible de la cual nadie podía esconderse.

—¡Jeon!

Por fin, el pelinegro apartó la mirada del cielo y sus ojos recayeron en un alfa a unos cuantos metros a la distancia.

—Lo tenemos, hay que apurarnos —siguió hablando el mismo hombre antes de hacerle una seña con la cabeza para que lo siguiera.

Jungkook lo hizo, había vuelto a la época en la que debía seguir a sus compañeros para cumplir con su trabajo. Fue detrás de aquel alfa hasta que se adentraron en la pequeña aldea que no estaba demasiado lejos de la Ciudad Central del Norte, habían sido llamados a ese lugar desde hace algunas horas, cuando el sol todavía no salía. Ahora todos parecían ansiosos por acabar con ello y volver a la Ciudad Central, pues otras actividades importantes les esperaban.

No obstante, Jungkook seguía algo disperso desde que despertó.

—¿Estás bien? —cuestionó el mismo alfa con algo de preocupación al ver el rostro sin expresión del pelinegro.

—Lo estoy —contestó de forma corta.

Si ese alfa hubiera querido saber más al respecto, solo habría tenido que preguntar, pues al ser el capitán del grupo al que pertenecía Jungkook, este tendría que responder. Sin embargo, entre cada parte del ejército se podría apreciar que no era tan sencillo cuando se trataba del pelinegro, incluso los generales parecían tener un momento difícil cuando debían dar una orden con el que fue su comandante.

Después de lo que había pasado en la batalla contra el Río, hace algunos meses de distancia, la destitución del título de comandante tomó por sorpresa a la manada. Todos sabían que el alfa tomaría uno de los puestos como capitán después de que este se tomara un descanso de las primeras líneas de batalla, pero se estaban habituando a ello poco a poco. Después de todo, era el mismo Jungkook quien parecía ser el más tranquilo ante toda la situación.

—Estos imbéciles son buenos escondiéndose —siguió hablando el actual capitán, quien estaba ahí para poner al tanto al pelinegro, quien había regresado al ejército hacía pocos días. Ambos se acercaban a una choza abandonada trás la guerra y la cual estaba rodeada por varios curiosos que recientemente habían despertado. Al ser una aldea pequeña, eran pocas las veces que veían tal concentración de alfas de la Ciudad Central—. No puedo creer que después de todo este tiempo sigan apareciendo por todas partes.

Jungkook apretó la quijada con molestia respecto al tema, estaba completamente de acuerdo con el capitán.

—Es mejor que nos encarguemos de ellos rápido —dijo con un tono que se mostró imperativo.

Había adoptado aquella forma de hablar después de años como general y comandante, estaba claro que no los dejaría de lado ahora que sería nombrado capitán de igual forma. Por suerte, el resto de los mandos del ejército no parecía molestarles en absoluto, pues seguir las órdenes del pelinegro se había hecho algo natural para ellos, incluso si no portaba el título de comandante.

Ingresaron a aquella casa que estaba custodiada por otros dos alfas que evitaban la interrupción de curiosos sin consideración. Al interior se encontraron con otros tres alfas con insignias del Norte, estaban rodeando a dos alfas más que se mantenían arrodillaos en el suelo con los ojos cubiertos y las manos atadas a sus espaldas.

Jungkook los observó desde la entrada, mientras que el alfa que lo acompañaba se adelantó para plantarse frente a los prisioneros.

—Capitán Wo, solo son ellos dos —dijo uno de los alfas que ya se encontraba en la habitación.

Huellas | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora