Epílogo

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Jungkook salió de casa en cuanto escuchó un grito de dolor. Ya tenía una idea de lo que estaba pasando en cuando una risa estruendosa lo siguió.

—¡Narae! —gritó al tiempo que se acercaba a quienes se encontraban cerca de un árbol que comenzaba a reverdecer.

Tres pares de ojos giraron a ver al alfa pelinegro que avanzaba con una mueca severa.

—Oh sí, ahora sí estás jodida —dijo el beta al tiempo en que le sacaba la lengua a la menor de los tres.

—Jae, cierra la boca tú también —regañó Jungkook junto con una mirada peligrosa—. Si Tae te escucha decir eso enfrente de Na va a atarte de cabeza desde ese árbol.

Señaló un árbol cercano a la cabaña al cual apenas se le notaban los retoños de su próximo verdor.

—¡Sí! —gritó emocionada la menor.

Jungkook por fin había llegado hasta donde se encontraba una pequeña niña de apenas tres años. Era delgada, su piel tenía un ligero bronceado y su cabello era completamente dorado que se acompañaba con unos intensos ojos oscuros. Estaba a solo un paso de distancia de Jong, quien también parecía querer presenciar el espectáculo que Jungkook había descrito.

—¿Y tú, pequeña? —cuestionó el alfa al plantarse frente a la niña—¿Qué hemos dicho de usar armas fuera del ruedo? —posó sus manos en su cadera para aparentar una postura seria.

La niña miró sus manos como si no lograra reconocer el pequeño cuchillo, que se veía bastante grande en su posesión.

—No te hagas la inocente, pequeño monstruo, mira lo que me hiciste —intervino Sungjae mostrando su mano donde podía apreciarse un pequeño corte.

—No la culpes, tú te lo buscaste —defendió Jong, presumiblemente la dueña del cuchillo y la tía favorita de la pequeña.

—Eso no cambia nada —gruñó el pelinegro, molesto con que los hermanos Yook que no dejaban de interrumpir—. Narae —repitió con voz severa que llamó la atención de la niña.

Entonces el semblante de ella cambió de uno de diversión a uno apenado bajo la mirada del alfa.

—Perdón, papá —pronunció en voz baja.

—Por supuesto que lo sientes —dijo esta vez con un tono más suave.

No le gustaba ser él quien tuviera que regañar a la pequeña, pero era su trabajo educarla después de todo. La niña volvió a subir su mirada ante el cambio de tono de Jungkook y casi de inmediato estiró sus brazos en su dirección.

El pelinegro tenía que decir que la niña tenía el mismo encanto que Taehyung cuando hacía un puchero. Después de todo, las facciones de Narae se parecían a las del omega. Debía ser por eso que él no podía resistirse a sus pucheros.

Se agachó y tomó a la pequeña alfa en sus brazos.

—Bien, ahora vamos dentro, papi Tae necesita ayuda —dijo el alfa al tiempo en que ajustaba a la niña en uno de sus brazos, con el otro le quitó el cuchillo y se lo entregó a Jong con un movimiento rápido.

Debía tener cuidado, a su pequeña hija le encantaba pasar tiempo con los Yook.

Entró a la cabaña de nuevo, donde el clima se sentía más cálido que con el recio viento del exterior. Después de terminar las adecuaciones de la cabaña se veía completamente diferente a lo que había sido hace algunos años. La cocina se había quedado en su lugar, pero frente a ella ya no se encontraba una cama, sino una hermosa mesa de madera tratada y brillante. Al fondo se encontraba una chimenea que utilizaban durante los fríos inviernos y a los lados algunas puertas que antes no estaban se hacían presentes.

Huellas | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora