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Taehyung estaba junto a la ventana. El exterior se encontraba completamente oscuro a excepción de pequeños puntos de luz a la distancia en la ciudad central, nadie había pasado cerca de la ventana y aquello era una buena señal, pues la luna estaba casi en su punto más alto del cielo y ellos saldrían en poco tiempo. El omega estaba más tranquilo de lo que había imaginado, no era la primera vez que intentaba huir, pero era la primera vez que lo hacía sin que el nerviosismo le desgarrara el estómago. Y ese efecto muy probablemente tenía que ver con el beta a su lado.

―Y luego le dije a Jong quién era el que se estaba robando nuestras calabazas, ella no me quiso creer en un inicio porque ya sabes como son de necios los alfas, pero luego atrapó al imbécil con las manos en la masa. ―Estaba contando el beta con la tranquilidad de quien había contado la misma historia un centenar de veces―. No le hablé por las próximas tres semanas hasta que me rompió una vasija de barro en la cabeza y...

―¿Qué te rompió un qué en la cabeza? ―preguntó Taehyung por fin girando su cabeza para ver al beta.

―Era un cántaro para agua, no creí que fuera a hacerlo porque esas mierdas son caras.

―¿Te desmayaste?

―Por supuesto que me desmayé, Taehyung, tal vez debería romperte uno igual para que lo experimentes.

―Estoy bien, gracias ―contestó con tono bromista mientras veía a Sungjae elevar sus brazos como si en sus manos tuviera un cántaro invisible, listo para arrojárselo―. ¿Qué le ocurrió al ladrón de calabazas?

Sungjae bajó sus manos y sonrió torcido.

―El imbécil no tuvo tanta suerte, Jong lo cazó y lo colgó de los pies fuera de nuestra puerta, estuvo tres días pidiendo auxilio a gritos, pero nadie lo ayudó porque le temían a Jong. ―Se reclinó en el lugar que estaba sentado para acercarse un poco más a Taehyung, como si estuviera a punto de decirle un secreto―. Cada que ella salía le escupía en la cara, intentó convencerme de hacer lo mismo por la humillación pública, que un beta le escupa a un alfa es todo un evento, pero en ese entonces yo estaba con mi ley del hielo y desaproveché la oportunidad.

Taehyung negó con la cabeza, podía perfectamente imaginarse a Sungjae reprimiéndose con todas sus fuerzas para no escupirle a ese alfa y así mantener su orgullo.

―Tu hermana da miedo ―dijo en su lugar.

―No tienes idea. ―Soltó un suspiro mientras volvía a reclinarse sobre las cajas que se habían convertido en su asiento favorito―. Cuando vuelva a ver a Jungkook será un problema, me costó mucho esfuerzo convencerla de que no peleara a muerte en la arena del Risco y el imbécil de tu alfa igual le clavó una espada. Estará incluso más molesta por el golpe que dieron los Shin ese día. Tendremos que defender a Kook por cualquier medio o nos quedaremos sin comandante.

Taehyung frunció el ceño ante las palabras del beta. Su omega se movió con disgusto con solo la mención de quedarse sin Jungkook, pero algo más llamó su atención.

―¿Convencerla? ―preguntó confundido.

Sungjae no alcanzó a contestar cuando la puerta del almacén se abrió y en un rápido movimiento una figura completamente de negro entró. A Taehyung no le costó trabajos reconocer a Seokjin, aunque debía admitir que estaba lo suficientemente despistado como para no percatarse de su aroma antes. Debía concentrarse, esa noche tenía que utilizar su olfato al máximo. El secretario retiró la capucha que cubría su rostro y dejó salir un suspiro de alivio, soltó una gran mochila que llevaba en sus brazos al suelo y se giró para bloquear la puerta por el interior.

―Rápido, tenemos que irnos ―fue lo único que dijo antes de que Sungjae y Taehyung se acercarán al bulto para seguir con el plan.

Dentro de la mochila había abrigos de color negro, ambos con capuchas al igual que el de Seokjin. Había algo de ropa extra, varios pequeños frascos de supresores y un bulto apartado que desprendía aroma a comida, al fondo del todo había un carcaj medio lleno y varios cuchillos de cacería. Taehyung tomó uno de los abrigos y el carcaj, cuando estuvo listo vio que Seokjin se descolgaba un arco del hombro y se lo entregó.

Huellas | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora