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Después de que el destello de luz fuera lanzado al firmamento, ambos se perdieron dentro de una de las casas cercanas a su posición. Jungkook había ordenado a uno de los alfas que lo acompañaba que vigilara la puerta por el exterior, el resto de ellos tenía la tarea de agrupar a los habitantes de la aldea y dar indicaciones a los alfas que fueran llegando. Tras ser la señal lanzada al cielo no tardarían en arribar al lugar.

Pero, por el momento, Jungkook no tenía otra tarea más que dedicarse a Taehyung.

Había limpiado el rastro de sangre con mucho cuidado y se sintió aliviado al no ver ninguna herida grave. Sin embargo, cada que veía el golpe que relucía en la piel del rostro del menor sentía su sangre arder y a su lobo gruñir con disgusto y furia. Habría salido decidido a encontrar al responsable y darle diez iguales en ese mismo instante si no fuera porque, cada que sus ojos se endurecían en rabia, el omega lo tomaba de las mejillas y le entregaba un pequeño beso. Era entonces que Jungkook recordaba cuál era su prioridad en ese momento: reconfortar a Taehyung. Lo demás podía esperar.

Por ahora, Jungkook podía darse la satisfacción de que Taehyung se encontraba más tranquilo. Cuando lo había encontrado ahí afuera el menor parecía estar en completo estado de shock, tanto que Jungkook temía que no estuviera recibiendo sus palabras como quería. El alfa, sin saber qué hacer con exactitud, se dejó llevar por su instinto. Lo había llevado hasta una habitación en donde su aroma se concentraba mejor, donde podía tener privacidad con Taehyung. La habitación era muy pequeña, apenas si cabía la cama en la que se encontraban y un mueble rústico de madera que funcionaba como ropero, pero estaba dividida del resto de la casa con un delgado muro de madera otorgándoles su propio espacio y una sensación acogedora.

Para el pelinegro eso era suficiente, mientras que Taehyung se mostraba más tranquilo su propio sistema se relajaba junto a él. Su lobo, que había estado enloqueciendo a cada minuto que pasaba sin encontrar al omega, por fin se encontraba en paz, requiriendo la presencia del menor para tranquilizarse.

Había sido una experiencia desagradable y todavía no sabía cómo es que Taehyung lo había hecho, pero estaba agradecido de que sus lobos lo hubieran llevado hasta ahí.

No tenía ninguna duda, el omega del rubio le había llamado pidiendo ayuda. Eran apenas ecos, aullidos lastimeros que retumbaban dentro de él, y su propio lobo se sentía morir por llegar a donde era requerido.

—Jungkook —escuchó la voz del menor apenas audible que logró sacarlo de sus propios pensamientos.

En ese momento ambos se encontraban sentados en la cama de la habitación. Taehyung estaba a arcadas sobre sus muslos, dejando a cada uno de sus lados una de las rodillas del contrario, y tenía su cabeza recostada en uno de sus hombros. El pelinegro había sentido en varias ocasiones el toque suave de la nariz del menor en la piel de su cuello cuando éste aspiraba con más fuerza.

—¿Hmm? —dijo para alentar al menor a continuar después de una pausa.

—¿Tú estás bien? Tus heridas... —no terminó la frase, en lugar de eso se enderezó un poco para encontrar los ojos de Jungkook, el alfa sabía que lo hacía para saber si es que le mentía.

—Estoy bien —contestó con una sonrisa tranquilizadora, le dio un pequeño beso en la cien del menor cuando éste regreso a su postura anterior.

—¿Estás seguro?

El mayor sintió una de las manos del contrario tocar su abdomen, allí donde las vendas seguían cubriendo la mayor parte de su torso. Sonrió en pequeño por la preocupación de Taehyung, pues su alfa se estaba derritiendo de ternura. Era cierto que sus heridas eran delicadas y Taehyung lo sabía más que cualquiera, pues había sido el omega mismo quien se había dado a la tarea de cuidarlo, pero había pasado tiempo suficiente con buenos cuidados como para que cada día se volvieran más inofensivas.

Huellas | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora