Sábanas de seda roja.

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Capítulo 9:

Alejandro.

-¡Tú eras el que tenía que haber disparado, no yo!- le grité a Amando -¡Se supones que eres mi mano derecha! ¡Se supone que tienes que protegerme!

-¡No si se trata de Jazmín!

-¿¡Como dices!?

-¡No voy a matar a tu hija!

¿Amando desobedeciendo una orden? ¿Desde cuando? Esto era nuevo.

-Pues entonces no me quedará otra que matarla yo mismo.

Pasé por su lado, caminando hacía el despacho y noté que me seguía. Me senté en mi silla y el se puso de brazos cruzados frente a mi escritorio.

-¿Por que la odias tanto? Joder, es tu hija.

-¿Que por qué la odio?- me reí -Trabaja con el enemigo ¿Se te ha olvidado?

-Recuerda que fue Olivia quien la metió en todo este lío, ella no decidió meterse.

-Pero si ha decidido que bando escoger, y los escogió a ellos.

-Ellos son su familia, deberías entenderlo. Mataste a su madre. Alejandro, se te fue de las manos y cuanto antes lo reconozcas mejor.

Si, la maté ¿y qué? Se lo merecía por meterse en la cama con el enemigo. Y ahora mataré a Jazmín igual que lo hice con su madre: sin cargo de conciencia.

-¿Por que no lo olvidas todo y volvemos a España con nuestro negocio? Olvídate de los D'Angelo y olvídate de Jazmín. Es lo mejor.

-¡No!- pegué un golpe en la mesa y me levanté -¡El día que me vaya de aquí, será con Jazmín muerta o de nuestro lado!

-Pues no cuentes conmigo. No participaré en la muerte de tu hija. Es una chica estupenda que ha sufrido mucho y se merece descansar ya de una puta vez.

Y sin decir nada más. Salió del despacho pegando un portazo.

Bien, me tocaría hacerlo a mi manera.

**

Jazmín.

Nos dieron el alta dos días después. El doctor que me estuvo atendiendo durante la recuperación me dijo que no tenía que volver a quitarme los puntos, se caerían solos cuando la herida cicatrizara.

Marco había vuelvo a su color normal de piel y parecía como si no hubiese pasado casi una semana dentro de un hospital. En cambio, yo parecía que me había atropellado un camión.

Llevaba el pelo sujeto en un moño mal hecho. Una sudadera negra de Marco y unos pantalones grises de chandal que Carla me había traído.

Marco iba con una camisa negra y unos pantalones negros, increíblemente guapo.

Giovanni fue el que vino a por nosotros y condujo uno de los coches de Adriano que cogió en esa ocasión para que cupiéramos los tres.

-¿Donde vamos?- pregunté desde mi asiento de atrás cuando me di cuenta que esa no era la dirección de casa.

-No vamos a volver a esa casa- dijo Marco sin mirarme.

Miré a Giovanni quien me miró por el retrovisor y se encogió de hombros. No me diría nada hasta llegar.

Suspiré y apoyé la cabeza en la ventanilla. ¿Para que insistir si no me dirían nada?

Idílico #2 |+18| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora