Cap.81

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    Cuando sale del hospital solo tiene dos cosas en mente. Llegar a la concentración sin que nadie se le lance al cuello como la tienen acostumbrada y comer algo rico para quitarse el mal gusto que le ha quedado de la comida del hospital. En serio, si vas a un lugar para que te curen y no la palmes, ¿por qué tienen esa bazofia de comida? Porque a lo mejor no se muere de sobredosis si no de intoxicación alimentaria. Aunque tampoco está en posición de quejarse porque Byron se ha colado más de una vez por la ventana para traerle algún que otro chocolate y hamburguesa. Hasta que su hermano le pilló y le echó como a un perro de la habitación. Ahí se le acabó la diversión. Y Byron.

    Mira a Nakata con el ceño fruncido al recordar como se acabó comiendo su hamburguesa con doble de queso mientras ella tenía delante ese pescado seco y sin sal del hospital. «Es por tu bien», le dijo. Por su bien era que le devolviera esa hamburguesa, pero no lo hizo. Se la tiene jurada desde ese día. Mueve de nuevo las muletas hacia delante, se asegura de que están bien posicionadas y da un paso más. Se ha negado a utilizar la silla de ruedas para ir hasta el coche. Necesita sentirse útil y dejar que alguien empuje su silla no le hace gracia. Además, su hermano no estaba por la labor de hacer el trabajo, así que hubiera sido Paolo, el cual le tiene detrás atento a sus movimientos, el que hubiera cargado con ella y su relación no es la mejor ahora mismo.

    No han vuelto a hablar desde hace cinco días. Ni si quiera lo ha intentado. Venía con Nakata a verla, se sentaba en el sillón y se ponía los cascos para no escuchar nada de lo que tuviera que decir. Estaba, pero a la vez no. Y por mucho que ha intentado llamar su atención, se ha visto ignorada más de una vez. Así que ha tomado la decisión de dejarlo en paz durante todo el día. No quiere ser pesada para que la mande a freír espárragos por décima vez. Le va a dar su espacio y esperará que sea él quien se acerque a hacer las paces. O por lo menos que esté dispuesto a hablar más de dos palabras sin soltar veneno por la boca.

    Despistada, apoya la muleta derecha en el borde del escalón haciendo que se escurra hasta el siguiente. Abre mucho los ojos y deja escapar un gritito mientras se precipita hasta el suelo. Antes de acabar de cromo en el cemento, unos brazos rodean su cintura y le pegan a un cuerpo caliente y duro. Muy duro.

    —Deberías de tener más cuidado. —Paolo no mueve las manos de su lugar si no que aprieta con mayor fuerza el agarre—. No creo que quieras volver ahí dentro.

    —Lo- lo siento. —Se remueve entre sus brazos—. Te prometo que estoy teniendo cuidado.

    Paolo sube una ceja al ver como la chica se acomoda entre sus brazos. Un atisbo de sonrisa amenaza con salir, pero la seriedad vuelve a dibujarse en su cara cuando recuerda la conversación con Axel y como Crístal no negó aquel beso. Dios, está destrozado. De verdad creía que habían avanzado de una vez. Ahora no está tan seguro. Ni si quiera puede mirarla a los ojos porque le duele el corazón al no sentirse correspondido. Y aunque ha intentado por todos los medios no quererla, no ha podido. Paolo carraspea y aparta sus brazos de su cintura asegurándose de que se tenga en pie por ella misma.

    —Pues no lo parece. —Ah, ¿no os lo he dicho? Se pone un poco borde cuando no sabe controlar sus sentimientos—. Vamos, quiero llegar de una vez al coche.

    Paolo la adelanta y termina de bajar las escaleras para ponerse a la altura de Nakata que ha observado el encontronazo como si se tratara de una película de acción.

    —Guau, vamos mejorando Romeo. Estoy deseando que llegue mañana para que empecéis a tiraros los trastos a la cabeza, esa si va a ser una buena escena.

    —Estas tan gracioso que me apetece estrellarte mi puño en tu cara por payaso.

    —Vamos Poalo, lo dos sabemos que no matarías ni a una mosca. —No le está prestando demasiada atención— Y por Dios santo no dejes a mi hermana...

Dejame decirte un último te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora