Cap. 55

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Axel pone los ojos en blanco una vez más. Odia la forma en que todos la bailan el agua. ¿Como podían estar tan ciegos? Se lo llevaba preguntando desde que se había levantado y había encontrado a Mark y a Iría bañados en harina y riéndose a carcajadas.
Sus ojos vuelven a esconderse detrás de sus párpados al ver que la chica no consigue dar diestramente al balón. ¿Lo haría apostó o sería así de tonta? Quería pensar que se trataba de la segunda opción, pero el mismo sabe que no tiene dos pies izquierdos y que si quería, podía llegar a superarle.

— Axel, ¿estas bien?

El chico, distraído, olvida la pregunta de su amigo y sigue siguiendo con la mirada a la rubia.

—Axel, ¡Axel!

Axel sacude la cabeza y olvida su fijación por Iría para centrarse esta vez en Jude.

— ¿Decías?

— Mira, sigo sin entender tus motivos para odiar la tanto pero, por favor, y vuelve al entrenamiento. La final de grupo es mañana, no podemos permitirnos perder y tener a nuestro delantero estrella en la luna de Valencia.

— Pero es que no...

— No, no lo entiendo, lo que si entiendo es que necesitamos ganar a Orpheo - pone su mano en el hombre de Axel y da unas cuantas palmaditas - deja los problemas fuera del campo.

Jude se va y vuelve al lado de Xavier quien se estaba quedando dormido de pie después de trasnochar.
Axel por su parte, arruga la nariz frustrado al sabes que su amigo tiene razón, pero su mente no puede apartar la imagen de Iría de la cabeza. Levanta al mirada al sentirse observado. Sus miradas sólo se cruzan un instante antes de que Iría la apartara avergonzada, pero no hace falta más para que a los dos le recorra ese característico escalofrío desde la cabeza hasta las puntas de sus deditos de los pies.

A lo mejor solo nos jode estar enamorados de ella.

Y a lo mejor su subconsciente tiene razón.

***

Iría se seca el sudor de sus manos en la ropa. Se siente sucia, pero necesita hacer esto. Se termina de colocar la sucia ropa del entrenamiento de la tarde y se aparta los mechones que le tapan la cara. Con sigilo, baja las escaleras, sin ver los peldaños. Últimamente se creía vampiro porque huia de llevar luces que pudiera advertir que se levantaba todos los días a las tres de la mañana a entrenar.
Se había aprendido el número de escalones y memorizado en donde empezaba y acababa cada uno de ellos, pero con lo que no cuenta es con las zapatillas que había dejado Harley olvidadas en el penúltimo.
Sus pies se enredan con ellas y se precipita al suelo en un abrir y cerrar los ojos. Intenta no gritar y se prepara para recibir el golpe de su vida pero, antes de tocar el suelo, unos brazos la atrapan al vuelo. Abre los ojos y, a pesar de no ver nada, sabe quien la tiene pgeada a su pecho, como si quisiera fusionarse con ella. Deja hacerse, intentando disfrutar el pequeño momento de paz que nunca habían tenido desde que había vuelto a Japón.
Por una vez, se permite fantasear con que pueden volver a amarse como antes.
De pronto, la realidad le golpea en la cara al ser apartada con brusquedad con el chico. Algo dentro de ella se resquebraja haciendo añicos ese precioso sueño que había formado. Se muerde el carrillo e intenta vestirse con una capa de indiferencia como siempre hace.

— Deberías tener más cuidado - dice fríamente poniendo un paso de distancia entre ellos.

— Si, la próxima vez podría volar en vez de caminar, así ya no me caigo.

Un silencio tenso se instala entre ellos. Parece que ahora solo podían tratarse de forma irónica. ¿Dónde ha quedado todo lo pasado? Iria Le sortea harta de tener que soportar esa incomoda situación y sale por la puerta sin ser detenida por nadie. Por un parte lo agradece, por la otra, sabe que está todo perdido y que ya no hay vuelta atrás. Antes por lo menos se odiaban, ahora ya no queda nada.

Dejame decirte un último te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora