Cap. 33

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Voy la primera tirando de los demás. Tenemos que coger ese ferri como sea. Me paro en seco al ver que el ferri ha salido.

— ¡No! - grito alargando el brazo como si pudiera cogerlo.

Soplo y siento como Jude da una patada al suelo.

— Era el último ferri - informa Mark.

— Pues no queda otra opción, habrá que nadar - digo quitandome los zapatos y preparándome para saltar.

Unos brazos me echan atrás.

— Quieta sirena - dice Jude todavía rodeandome con los brazos.

— Pero hay que llegar al...

— Tenemos que confiar en los chicos Iría - dice Mark llamando mi atención - seguro que ganan. Paolo, ¿hay algún sitio donde podamos ver el partido?

— Sí, claro. En la concentración tenemos una sala de televisión. Vamos.

Jude me suelta por fin y yo hecho a andar hacia el agua otra vez. Una mano tira de mi hacia el lado contrario.

— Vamos - dice David alargando la a.

***

Me siento. Me levanto. Me vuelvo a sentar. Me levanto y doy dos pasos.

— ¿Te quieres estar quita de una vez? - dice Paolo tirando de mi hacia atrás.

Caigo de culo en el sillón y le miro con el ceño fruncido.

— Ignoraré que has echo eso y no te pasaré a mi lista negra de gente a la que echaría a los caimanes.

— Déjate a los caimanes y concéntrate en el juego. Esta va a ser una muy buena oportunidad para ver de lo que son capaces sin unos de sus pilares más importantes del equipo.

Vuelvo la vista a la pantalla y asiento. Tiene razón. Es una buena oportunidad para saber cómo van a reaccionar. Veo como Nathan se pone el brazalete de capitán. Confío plenamente en esos chicos, lo que no lo hago es el en otro equipo. Tiene una defensa irrompible, les va a costar Dios y ayuda conseguir pasar.

— ¡Hey, vamos chicos! No pasa nada, confío en Nathan y los demás, lo harán bien, seguro.

Sonrió a Mark que me devuelve la sonrisa. Al segundo su expresión cambia y mira hacia otra parte. Miro al suelo y suspiro. No me gusta nada este cambio drástico de su comportamiento.

— Empieza.

***

Aprieto el muslo a Jude. Venga chicos, esta sí, vamos. Todd se cae y pierden el balón. Le doy una patada al suelo. No queda nada y nos llevan de adelanto dos goles. Paolo perdió la esperanza hace mucho y a decir verdad yo también. Se lo que piensa el ojiazul y lo único que espero es que no se convierta en realidad.

— Deja de apretarme la pierna me vas a dejar las uñas clavadas - dice Jude cogiéndome la mano y poniendola en mi pierna.

Sigo con la mirada la dirección de las dos manos. Justo en la parte de arriba de mi pierna derecha. Levanto una ceja y se hace el loco como si no acabara de insinuar nada y como si no siguiera su mano con la mía. Escucho carraspear a alguien y Jude se aparta con pesadez. Dirige una mirada amarga hacia alguien de los allí presentes pero yo sigo mirando solo al sitio donde se han quedado nuestras manos. ¿Por qué no la he apartado?

— ¡Gol del Inazuma Eleven! - grita la tele.

Me levanto como un resorte y miro anonadada el marcador.

— No puede ser - escucho decir a Paolo detrás mia.

Sonrió a mis chicos que están detrás de la pantalla. Miro el tiempo. Quedan segundos para que acabe el partifo, y ellos no si quiera se han dado cuenta. Aún así, aunque hallamos perdido, es uno de los mejores partidos que han jugado.

— Chicos, volvamos a casa - digo andando hacia la puerta.

— ¿Entonces no te quedas con...? - dice David.

— No, así que mover el culo antes de que cambie de opinión.

Me doy la vuelta y les dejo atras. Escucho cuchicheos y niego con la cabeza. Ni que fuera raro lo que acabo de decir. Me paro justo después de abrir la puerta. Hay un balón de fútbol dejado en el suelo al lado de una nota. Cojo lo segundo, ni de coña voy a coger el balon.

Si quieres saber la verdad, tendrás que volver a jugar.

No tiene firma, pero reconozco la letra. Hago una pelota con la nota y miro al balón de debajo de mis pies.

— ¿Pasa algo, Iría? - dice Mark a mi espalda.

Niego con la cabeza, meto las manos en el bolsillo de mi sudadera, junto con la nota y paso de largo.

— Que va... Venga vamos, hay que hacer comida que seguro que llegan muertos de hambre.

***

Nunca me he alegrado tanto en mi vida. En serio, darle un delantal a cuatro hombres musculosos que no saben cocinar y tendréis el entretenimiento del día. Juro que me faltan las palomitas.

— ¿Entonces ahora que se hace con la masa?

Pongo los ojos en blanco por la estúpida pregunta de Mark.

— Anda trae, que yo si se hacerlas.

Coge bol de la masa y echa una pequeña cantidad en la sartén. Comienza a girarla para darle forma y vuelve a dejarla en el fogón.

— ¿Donde aprendiste a hacerlas? - dice David extrañado.

— Cristal me enseñó. Ese día fue un completo desastre.

Recuerdo ese mismo día como si fuera ayer. Estaba empeñado en aprender a hacerme tortitas. Decía que una reina tenía que tener a sus sirvientes que le hicieran tortitas y que el mio sería él. Acabe con todo el pelo lleno de masa. Hasta en las cejas tenía.

— Pues ahora tomaré yo su relevo porque veo que no te enseñó muy bien - digo señalando con la cabeza la tortura quemada.

— Sí que me enseñó bien - dice cabreado.

Frunzo el ceño y me doy cuenta de que he tocado la fibra sensible. Me pongo nerviosa y miro hacia otro lado buscando una solución.

— Pues si te enseñó bien, entonces es que eres un negado para la cocina.

Pone morritos y relaja las facciones. Suspiro por dentro y los demás hacen lo mismo. La puerta de la calle se abre y salimos corriendo al recibidor. Los chicos se paran al vernos allí con esas pintas.

— ¡Chicos! - digo señalandolos con la espátula - estoy muy orgullosa de vosotros. La próxima vez será ¿Verdad?

Abro los brazos y enseguida todos se agolpan contra mi. Aún así el primero que llega es Axel. Se abraza a mi cuerpo como si fuera su salvación y esconde su cabeza en mi cuello. Sonrío con las lágrimas en los ojos. Es la primera vez que vuelvo a sentirme como en casa.

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¡He vueltooooo! *Palmitas*
Vale a ver soy una tarfona y todo eso pero no me salía la inspiración ni para escribir hola. Pero ha llegado y aquí está el capítulo. Darle mucho amooooor. Besitos.

Dejame decirte un último te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora