Cap.83

957 52 57
                                    

    La brisa mece su pelo y deja que las pequeñas lágrimas se vayan con ella. Está sentada en una roca del mirador cercano a la fiesta que se ha celebrado esta noche. Nunca ha visto tanto chico junto cantando y bailando en todos los idiomas del mundo a la vez. Edgar ha vuelto a hacer maravillas con la celebración del ganador del torneo, incluso le dio tiempo a contratar a una empresa de alquiler de tiendas de campaña para que todo el mundo pudiera quedarse a dormir allí mismo. La verdad es que ha merecido la pena sacrificar su cuello por dormir en una plaza porticada de características muy similares a las que te encontrarías en Grecia. 

    Ya son más de las nueve y media de la mañana y todos siguen durmiendo a pierna suelta, pero ella no puede conciliar el sueño. Así que ha cogido sus muletas y ha salido de allí hasta encontrarse en ese mirador tan bonito. Desde su posición puede ver las diferentes islas a lo lejos, y el sol reflejándose en el agua. También ha observado jugar a uno que otro delfín sobre sus aguas. Todavía le parce increíble que un sitio así pueda existir en el mundo. Lo considera un paraíso que ha tenido la oportunidad de conocer, pero que le hubiera gustado más que nunca se hubiera descubierto. Por desgracia, el ser humano no sabe más que destruir lo bueno del mundo y sabe que pasará de aquí a unos años con este lugar. Talarían los bosques para hacer grandes y lujosos hoteles, las playas dejarían de ser vírgenes y serían ocupadas por millones de turistas al año, los animales irían desapareciendo poco a poco... En resumen, el paraíso dejaría de serlo para convertirse en un lugar más devastado por el ser humano. 

     El aire vuelve a levantarse y a Crístal la da un escalofrío. Las temperaturas ya se notan más bajas, y es que están llegando a septiembre. No falta nada para que algunos vuelvan a empezar los estudios y otros les digan adiós por completo. No puede creerse que una etapa más de su vida se esté cerrando. Le da vértigo pensar lo rápido que pasa el tiempo y como puede cambiar tu vida de un día para otro. Es un poco irónico que planeemos todo una vida cuando sabemos que probablemente no se cumpla ni si quiera el punto uno. Pero creo que es una forma de hacernos sentir que tenemos el control y que nosotros decidimos como queremos vivir. Nadie quiere que le controlen. Nos autoengañamos y eso está bien, Crístal lo ha hecho toda su vida. Se engañó a sí misma cuando se convenció de que sus padres solo habían tenido un desafortunado accidente. Se engañó a si misma cuando pensó que su plan saldría bien pero acabaron intentando asesinarla. Se engañó a si misma cuando pensó que estaba preparada para volver a Japón, cuando no era más que una falsa valentía por su parte. Y se engañó a si misma cuando pensó que no le dolería dejar atrás todo esto. Pero tiene el corazón un poco roto. Es como volver a dejar atrás su vida para comenzar una nueva. Probablemente eso es lo que va a ocurrir. A veces piensa que le hubiera gustado vivir una vida monótona en un pueblo de Japón donde solo tuviera que preocuparse por recoger la ropa cuando llueve o de alimentar a sus gallinas para que no se mueran de hambre. Pero esos pensamientos desaparecen cuando mira a sus amigos y ve lo afortunada que siempre ha sido. Si no los hubiera tenido a su lado, probablemente se hubiera rendido hace mucho tiempo. Ellos, inconscientemente, han sido su clavo ardiendo al que se ha aferrado hasta el final. Y aunque se ha acabado quemando en más de una ocasión, sabe que el no soltarlo ha sido la mejor decisión que ha tomado hasta ahora. 

    —Sabía que te encontraría aquí.

    Crístal sonríe y mira al moreno que se acerca a ella. Se nota que se acaba de despertar porque tiene el pelo alborotado y se rasca un ojo que todavía no puede abrir del todo. Se ríe un poco al ver que tiene la camiseta dada la vuelta. ¿Cómo habrá acabado la noche para que se despierte así? No cree que quiera saberlo. Ella acabó durmiéndose mucho antes. Se sintió tan protegida rodeada de toda la gente que la quería que por fin, después de mucho tiempo, pudo descansar sin tener pesadillas y sin quedarse la noche en vela mirando el techo y esperando a que algo malo pasara. Es un alivio pensar que ha llegado al momento de su vida en el que puede volver a vivirla. 

Dejame decirte un último te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora