-¿Por qué tiene él que venir también? -le pregunté en voz baja a Grant, mientras él, Derek y yo esperábamos al lado del coche a Mike.
-No seas así, Chelsea -me dijo él, medio regañándome-. Ha venido a echarnos una mano, y reconoce que es un buen inspector.
-Sí, es un buen inspector -reconocí-. Y sería mejor si estuviera trabajando en su departamento.
Entoces llegó Mike y nos subimos al coche. Grant se sentó en el asiento del conductor. Me disponía a sentarme de copiloto, pero Mike se me adelantó. Le eché una mirada asesina, y me senté detrás con Derek. Por suerte, estuvo callado todo el camino. No tenía ganas de discutir. En realidad, los cuatro estuvimos callados hasta que llegamos a Chinatown.
Entramos en Columbus Park, y nos dirigimos a la zona acordonada por la policía. Estaba rodeado de periodistas que algunos compañeros policías intentaban alejar, sin mucho éxito.
Zoe se acercó a nosotros y nos informó. Al parecer se trataba de un hombre que se llamaba Trevor Collins, treinta años. Desangrado. Por completo. La única diferencia que tenía con los demás cadáveres era que tenía signos de violencia.
-. . . una violencia brutal, al parecer -continuaba Zoe-. Aún no lo hemos comprobado, pero estoy casi segura de que tiene varios huesos rotos.
Me acerqué al cadáver, que aún no habían movido. Estaba detrás de unos arbustos, tirado de cualquier manera. Al parecer, al asesino (o los asesinos, me recordé) no le importaba mucho que se descubriera el cadáver. No se habían molestado en esconderlo, sólo. . . estaba ahí. Una mancha de sangre en la hierba indicaba que, seguramente, no lo habían movido. Pensé que, lo más probable, era que hubiera muerto ahí mismo, y ahí mismo lo habían dejado.
Algo llamó mi atención. Me acerqué más y me agaché. Vi que, en el cuello, la víctima tenía dos heridas el cuello. Me recorrió un inevitable escalofrío por la espalda.
Eran dos heridas circulares casi perfectas, de aspecto profundo. ¿Podían haber sido la causa de muerte? ¿Era esto una broma? No quería pensar en a qué me recordaban estas heridas, prácticamente iguales a las de los demás cuerpos. La idea ya se me había pasado por la cabeza varias veces estos días, pero no lo había pensado en serio, obviamente. Era imposible, me sentía realmente estúpida por pensarlo. Y aún así, no podía evitarlo.
Leía demasiado, y había visto demasiadas películas de ficción. Esa era la conclusión más lógica a la que llegaba cuando mi cabeza relacionaba ésa idea (que no era real, sólo resultado de leer tantos libros de ficción; eso no existía) con estas muertes tan misteriosas.
Y tanto, que eran misteriosas. Ni siquiera un mísero pelo, habíamos encontrado. En este cuerpo, había claros signos de violencia, que no se había dado en las demás muertes. Eso era curioso, pero no me indicaba nada. Estaba claro, por las heridas del cuello, que se trataba del mismo asesino.
En todo esto estaba pensando, sin poder quitar la mirada de esos dos pinchazos en el cuello de la víctima, cuando sentí una mano en mi espalda. Ahogué un grito, de poco no me caí encima del muerto. Agg. Sólo de pensarlo. . .Maldita sea, qué susto.
Estaba deseando que se terminara ese día, y sólo era la hora de comer.
-¡Hey! -era Mike-. Que sólo soy yo.
-Sí, menudo susto -resoplé, levantándome-, ¿no sabes avisar?
Ignorándome como él solo sabe hacer, se acercó al cadáver:
-¿Qué demonios son ésas marcas? -dijo señalando las heridas del cuello-. Si no fuera imposible, diría que parecen hechas por un. . .
-¿Eso es una fibra? -dije apresuradamente para interrumpirlo. En realidad, no había visto nada, sólo lo dije para que no continuara hablando. Sabía que estaba bromeando, pero aun así, no quería oírlo.
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La noche más oscura ©
VampireNueva York está sufriendo una oleada de asesinatos y misteriosas desapariciones. Chelsea Bennett, una de los mejores inspectores de la ciudad, se encargará de los casos, descubriendo cosas que nunca antes había imaginado que existieran: desde algo t...