Llegué a la comisaría diez minutos después, aún en las nubes.
-Hey, qué rápida -Blake me saludó al llegar a mi planta.
-Cuéntame, ¿qué ha pasado? -le pregunté intentando centrarme.
-Ha llamado una señora diciendo que su nieto asegura haber visto a Vicky Reeds, una de la niñas desaparecidas -me explicó. Lo procesé un momento, y luego hablé.
-Vamos a hablar con el niño.
Mike estaba, se encontraba en Tucson con su familia, así que iríamos Blake y yo.
-En realidad, ya está aquí -me dijo, y fuimos a la salita donde solíamos desayunar.
Dentro, había una señora de sesenta y tantos años y un niño, que debía tener como mucho diez años. Aunque estaba delgado, casi escuchimizado, y aparentaba menos edad, pero su rostro delataba su verdadera edad, e incluso le hacía parecer mayor de lo que en realidad sería.
-Señora, esta es la inspectora Bennett -me presentó Blake.
-Un placer -dijo educadamente la mujer. El niño me miró sin decir nada.
-¿Podría contarnos otra vez lo que ha sucedido? -le preguntó Blake a la mujer.
-En realidad, sería mejor que habláramos con el niño a solas -sugerí-. Al fin y al cabo, él es el testigo.
Cuando dije "habláramos", me refería a Blake, puesto que a mí no se me daban muy bien los niños. Puede que fuera porque yo nunca lo fui; no pude.
Pero Blake asintió y dijo:
-Tienes razón. Señora Collins, venga conmigo. La inspectora se encargará de su nieto.
La señora Collins se levantó, le dio un beso a su nieto y le dijo que me contara lo mismo que le había dicho a ella, el niño asintió pero no dijo nada. Y ella y Blake se marcharon, dejándome sola con el niño.
Le miré, sin saber qué decirle. Con los niños, aunque el motivo de la interrogación no fuera muy importante, se tenía que ser delicado, mostrarles de alguna manera que podían confiar en ti para que cantaran. Así que decidí sentarme a su lado en el sofá, para inspirarle confianza o algo así.
-Hola -le dije, intentando sonar amistosa-, ¿cómo te llamas?
-Mi nombre es Scott -dijo con una voz más alta y clara que la de su abuela antes. Pensaba que iba a tener miedo o algo, pero parecía que sólo era callado, como yo.
-Yo soy la inspectora Bennett, pero tú puedes llamarme Chelsea -le dije.
-¿Por qué? -preguntó con ojos curiosos-. Parece que todos le llaman inspectora, ¿por qué yo no?
Ah, ya veo, pensé. Scott quería que le trataran como a un adulto, no como a un niño pequeño. Así que retrocedí.
-Bueno, puedes llamarme como quieras -le aseguré-, pero sólo te pido una cosa: no me trates de usted, por favor. No soy tan mayor.
El niño se rió.
-Me gusta Chelsea.
-Perfecto -le dije sonriendo-. ¿Cuantos años tienes, Scott? -le pregunté.
-Tengo once años y tres cuartos -me contestó. Eso me hizo gracia, pero no dije nada y asentí de forma profesional, para que viera que lo tomaba en serio-. ¿Y tú?
-¿Yo? -repetí sorprendida.
-Sí. ¿Cuántos años tienes?
-Tengo veintiuno y un cuarto y medio -precisé todo lo que pude, cosa que hizo sonreír a Scott-. Pero no se lo digas a nadie -añadí en voz baja-, suelo quitarme un par de años y varias cuartas partes, así que guárdame el secreto, ¿vale?
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La noche más oscura ©
VampirosNueva York está sufriendo una oleada de asesinatos y misteriosas desapariciones. Chelsea Bennett, una de los mejores inspectores de la ciudad, se encargará de los casos, descubriendo cosas que nunca antes había imaginado que existieran: desde algo t...