Capítulo 39

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-¿Sabe igual toda la sangre? -le pregunté a Nathan mientras él tiraba el paquete ya vacío. Más que vacío, no quedaba ni una gota de sangre tipo B negativo. Nathan me miró sin comprender-. Es decir, ¿sabe igual la sangre de una persona que de otra?

-Ah, no, por supuesto -dijo él, cuando me entendió-. Eso es como las huellas dactilares, por ejemplo. Ninguna es igual; pues la sangre tampoco. La sangre de la gente sana es la mejor, obviamente. La de los vegetarianos no sabe muy bien -dijo arrugando la nariz. No podía creer que estuviéramos teniendo esta conversación-, pero es soportable. La que es intragable es la de drogoadictos -añadió con una mueca de asco-. Ni siquiera sabe a sangre . . . Lo siento, ¿te estoy asustando?

-No. Es que es raro, todo esto. Pero me gusta -dije sorprendida-. Es decir, me gusta que me lo cuentes.

-Me alegra mucho oír eso -Nathan sonrió avergonzado, como si acabara de confesar algo vergonzoso-. Cuando iba a contarte lo que yo era realmente, pensé que me aliviaría el hecho de habértelo dicho, sin importar cómo te lo tomaras. Pero no conté con que me gustara. Y menos con que te gustara a ti -dijo sorprendido también. Yo me encogí de hombros.

-Soy rara.

-Lo eres -estuvo él de acuerdo, riendo.

-¿Y qué hay de los animales? -seguí con el interrogatorio, ignorándole-. ¿Cuál es tu. . .preferido?

Que no sean los cachorritos, pensé irónica.

-Desde que te conozco, he dejado de seguir la dieta "vegetariana" -me confesó-. Para estar más fuerte, y no perder el control -me miraba con precaución, como si me fuera a asustar de un momento a otro, así, de repente-. Debería comenzar de nuevo a alimentarme de sangre animal, probar a ver si soy capaz. . .

-Yo te ayudaré -me ofrecí-. Pero aún no me has contestado.

-Mis preferidos. . .-dijo pensativo-. Por supuesto, los carnívoros. . .

-Por supuesto -le interrumpí, como si supiera de qué hablaba. Él me miró con expresión divertida, y luego continuó.

-Los carnívoros son los que más se parecen a los humanos, supongo que es por eso -me explicó-. No tengo uno preferido como tal, pero entre mis predilectos estarían, sin duda, los osos, pumas, lobos. . . Lo siento, ¿te estoy asustando?

Me miró con preocupación, y yo reaccioné rápidamente. Es que, ¿osos? ¿pumas? ¿Estamos locos o qué?

-No, no -dije rápidamente, pero Nathan me miró escéptico-. Estoy bien, de verdad.

Intenté imaginármelo, pero no podía.

-¿Cómo. . .? -intenté decir-. ¿Y qué armas usas?

Nathan me mostró las manos.

-Éstas -luego abrió la boca y señaló sus colmillos-. Y éstos, por supuesto.

-¿Y ya?

-No hay más.

De nuevo intenté imaginármelo, y de nuevo fracasé.

-Debe de ser algo increíble -susurré.

-Lo que debe de ser increíble es luchar contra un tiburón -comentó Nathan, emocionado al ver que no estaba asustada. Aunque si seguía por esa dirección, no me faltaría mucho.

-¿¿Contra un tiburón?? -dije alucinada y asustada a la vez, sólo de imaginarlo.

-Sí, imagínatelo -continuó él, excitado-. Yo, contra esa criatura. Sus tres filas de dientes. . .

-¡Ni hablar! -le corté antes de que pudiera seguir-. De ninguna manera.

No quería imaginarle contra esa criatura y sus tres filas de dientes, ¿cómo podía pensar que sí?

La noche más oscura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora