Capítulo 1

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Bebí un largo trago de café -que estaba ardiendo- y dejé el periódico sobre la mesa. Sumaban ya tres los cadáveres encontrados y dos las desapariciones en sólo tres semanas. Incluso la prensa internacional había empezado a interesarse, y nosotros no estábamos más cerca de encontrar al responsable de lo que lo estábamos cuando se denunció la primera desaparición.

Suspirando, me levanté de la mesa y cerré la ventana, por la que entraba el horrible ruido del tráfico de la tercera avenida, que me impedía pensar. Estaba sola en el despacho, ya que había llegado pronto a la oficina. Aunque Mike, mi compañero y amigo, no tardaría en llegar. Salí del despacho y fui a ver a Audrey, la técnica audiovisual. Además de editar los vídeos y demás que se usaban como pruebas, también mantenía la base de datos. Tenía unos treinta y pocos años, como la mayoría de los que allí trabajaban, con la excepción de cargos más altos como el capitán, que solían ser más mayores.

Bueno, y de mí, que era la más joven, y con diferencia. Cuando entré en el cuerpo, hace un año y medio, tenía veinte años; y supongo que nadie pensó en tomarme en serio. En ese lapso de tiempo fui condecorada cuatro veces, y ahora tenía el respeto de los compañeros y era conocida entre los criminales. Aunque estaba orgullosa de mí misma, no hacía alarde; las medallas y sobretodo el respeto se ganan con esfuerzo, y así me lo gané yo. No recibí la ayuda de nadie -nunca en mi corta vida la había recibido- y no la pedí. Ahora, seguía esforzándome por mejorar día a día; porque las medallas, pero sobre todo el respeto, son cosas que se pueden perder.

-Buenos días, Audrey. -la saludé- ¿Tienes ya el informe del último cadáver encontrado?

-Buenos días. Sí, en efecto. Lo tengo desde hace unos veinte minutos, estaba a punto de llevártelo. -me contestó ella mientras me alargaba unos papeles grapados.

-Oh, pues ya no hace falta que te levantes; -le dije con una sonrisa, cogiendo los papeles- soy adivina.

-Oye, que tú seas la más joven de por aquí no significa que los demás seamos viejos. -dijo finjiendo estar indignada. Aún me sorprendía a veces por cómo se mantenía -o al menos se intentaba mantener- el buen humor en la policía, sobretodo en Homicidios, que era nuestra unidad. Incluso yo lo hacía; es decir, estaba bromeando mientras sostenía en mis manos el informe de un cadáver que se había encontrado a orillas del East River hacía menos de dos días.

El cadáver, como leí más tarde sentada en mi mesa acabándome el café ya frío, tenía nombre. Se llamaba Madyson Harris y tenía veinticinco años. Había sido encontrada por la tarde del martes pasado (estábamos a jueves) en Queensbridge Park, a la orilla del río. El informe forense destacaba que no le quedaba ni una gota de sangre en el cuerpo. Arrugué la frente ante esto. Era realmente extraño. Y más cuando el cadáver no presentaba casi ningún signo de violencia; algunos moratones y unas pequeñas heridas en el cuello.

Estaba pensando en ello cuando abrieron la puerta de golpe. Era Mike, mi compañero. Iba cargado con una caja de cartón y unos cuantos vasos grandes de café humeantes, que inundaron el despacho con su aroma. Tenía su pelirrojo pelo alborotado, algo que me hizo sonreír ampliamente. Supongo que él imaginó de qué me reía, por lo que dijo a continuación.

-Se ha desatado un verdadero huracán ahí fuera -dijo.- Lo sabrías si no llegaras tan pronto al trabajo -se burló.

-Y tú no lo sabrías si llegaras puntual al trabajo -contraataqué yo, mientras me levantaba.- Hay ahí por casualidad, ¿un café largo y sin leche ni azúcar para mí?

-Puede -contestó Mike encogiéndose de hombros.- Pero sólo lo sabrás si sales a desayunar con todos -hice una mueca. Estaba ocupada, aunque en el fondo me moría de hambre, y estaba agotada; estas últimas semanas todos estábamos trabajando mucho, y para colmo sin obtener resultados- Vamos Chels, tómate un descanso -me insistió.

Suspiré y salimos los dos del despacho para reunirnos con el resto del equipo en la improvisada salita que teníamos, donde comíamos si hacíamos horas extra. Bueno, donde solía comer yo cuando hacía horas extra. Que solían ser bastantes días.

Era lo que había cuando no tenía más responsabilidades que pagar el alquiler de tu apartamento en Brooklyn. No es que no pudiera permitirme algo más céntrico con mi sueldo; podía vivir en la ciudad -para la gente de Brooklyn, Manhattan siempre es la ciudad- pero me gustaba Brooklyn. No está en el centro de la ciudad, por lo que es una zona más tranquila y residencial, pero tampoco está apartado.

En fin, la única pega que le encontraba a Brooklyn es que es una zona donde viven muchísimas familias. Y realmente, yo nunca había tenido una.

La noche más oscura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora