Capítulo 37

367 29 2
                                    

Mi madre trabajaba en la universidad cuando yo era pequeña, en el departamento de historia. No daba clases, sólo investigaba. Estudiaba antiguas leyendas y mitos del mundo, y siempre me contaba alguna. Muchas eran buenas historias, otras me daban miedo, especialmente las viejas leyendas rumanas, aztecas o indias que trataban de monstruos bebedores de sangre. A ella parecían encantarle.

Había una que había permanecido enterrada el fondo de mi memoria, que había sido mi leyenda favorita, y de la que hacía poco que me había acordado. Se trataba de una leyenda azteca que contaba la historia de una mujer, noble, que había muerto al dar a luz. Su espíritu volvió en forma de vampiro, y con deseos de sangre, de sangre infantil.

-¿Cómo. . .cómo te hiciste vampira? -tartamudeé. No era normal preguntarle a tu madre cuando había tomado la alegre decisión de tranformarse en una no muerta. Bueno, no era normal preguntarle a alguien sobre su conversión a vampiro, punto.

-Mis investigaciones me llevaron hasta un vampiro de verdad. Estaba desesperada por librarnos de tu padre -dijo en un siseo-, y le pedí que me convirtiera. Sabía de qué iba todo aquello. El vampiro accedió, supongo que pensó que me convertiría en su esclava, o algo así. Iluso. . . -dijo sonriendo de forma macabra. Me imaginé lo que había hecho-. Lo maté a la primera oportunidad que tuve.
"Me convertí en un monstruo sin escrúpulos, y entonces me di cuenta de que me había equivocado. Quería llevarte conmigo y arrancarle a mi marido la cabeza, y estuve a punto de hacerlo un par de veces. Pero estar conmigo era más peligroso para ti que quedarte con él, así que no tuve otro remedio que marcharme."

-Vine a Nueva York, y en poco tiempo pasé a ser la líder del clan Moroi.

-Te temen -susurré al recordar el respeto con que le había tratado Radek. Mi madre sonrió levemente.

-Hacen bien -dijo en voz baja, pero aun así aterradora. Contuve un escalofrío.

-Creo que deberías irte.

Entonces, mi madre ya no parecía tan temible, más bien su rostro refleja fragilidad.

-Si es lo que quieres. . . -suspiró-. Piensa en lo que te he dicho, en todo. Deberías alejarte de ellos, deberías alejarte de él.

Sacudí la cabeza.

-Eso no pasará.

Mi madre suspiró sin decir nada, pero había algo en sus ojos que no supe identificar.

Me retiró con cuidado el pelo de la cara, y sonrió triste. Luego desapareció.

Me quedé un rato mirando a la nada, y pensando en todo lo que había descubierto en un momento. ¿Es que esto no se iba a acabar, iban a ser siempre malas las sorpresas? Odio las sorpresas. Sólo quería vivir tranquila, bueno, tranquila en todo lo posible, teniendo en cuenta que mi novio era un vampiro.

Y mi madre también lo era. La diferencia entre ambos era que de Nathan me fiaba, de mi madre no. A pesar de todo lo que me había contado. Puede que me hubiera ablandado un poco, vale. Mi madre no me había abandonado como yo había pensado, al parecer. Me había abandonado, sí, pero no por voluntad propia.

O eso había dicho. Tenía sentido, pero. . .

En ese momento la puerta se abrió, y yo pegué un brinco. Me relajé al ver que era la enfermera. Me informó de que me darían el alta por la tarde, y me preguntó dónde estaba aquel chico tan guapo de anoche.

Eso me pregunto yo, pensé. ¿Dónde estaba Nathan?

Como estaba dolorida y no quería pensar, le pedí a la enfermera que me suministrara morfina, o algo, para calmar el dolor. Aunque más que el dolor, lo que necesitaba calmar eran mis nervios.

La noche más oscura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora