-Vaya, ¿quieres que te lleve unas pastillas que van genial para el resfriado? -me preguntó por teléfono Audrey, preocupada.
-No, no -dije rápidamente. Esto de fingir se me daba bastante mal-. No hace falta, yo también tengo. Pero gracias.
Faltaba que quisiera pasarse por mi casa, ya que la encontraría vacía.
-Bueno, pues guarda reposo y ponte buena rápido.
-Lo intentaré -simulé una tos-. Hasta mañana.
Colgué y miré a Nathan.
-Tu amiga es muy amable -comentó después de un rato. Claro, encima había oído la conversación.
-Y mi novio muy irritante -dije entre dientes, mientras volvía a la cama. Me tumbé boca abajo, y él a mi lado. Entonces cogió la sábana y me tapó hasta el cuello.
-¿Qué haces? No tengo frío -dije destapándome.
-Pues ponte algo, no puedo verte así -me contestó sin mirarme.
-¿Por. . .? -le pregunté abriendo mucho los ojos. Como si no lo supiera ya.
-Ya sabes por qué -me dijo, ahora mirándome-. Si estás así, en mi cabeza no cabe el hecho de que estemos tan separados.
Salvé la poca distancia que quedaba entre nosotros y me puse encima de él.
-Entonces pensamos igual -susurré, y empecé a besarle. El beso empezó tiernamente, pero acabó de forma muy diferente.
Sus manos se pasearon por mi espalda a placer, y terminaron por quedarse en mi caderas. Las mías, se hundieron en su pelo.
Su lengua enviaba corrientes eléctricas a la mía cada vez que se encontraban, y esas corrientes viajaban por todo mi cuerpo sin detenerse.
Fue algo que intenté evitar cuando me separé para respirar, y sonriendo le dije:
-Voy a darme un baño -me levanté de encima de él, y él me miró confuso-. Tú deberías darte una ducha fría.
En realidad los dos necesitábamos esa ducha fría, no sólo él.
-¿No estoy ya bastante helado? -bromeó.
-Depende de a qué te refieras -le dije encogiéndome de hombros.
Fui al vestidor, cerré la puerta -esta vez sí- saqué el bikini nuevo que había comprado Kate y me lo puse. Qué ojo tenía, me venía perfecto.
Salí y Nathan abrió mucho los ojos. Había pasado toda la noche en bragas y sujetador, no sé de qué se sorprendía tanto.
-¿Puedo acompañarte? -me preguntó mirándome intensamente.
Estuve a punto de decir que sí, pero reaccioné a tiempo. Malditos eran sus ojos cuando me miraban así y me liaban cualquier pensamiento coherente que tuviera en la cabeza.
-No, tú a la ducha -le contesté rápidamente. Nathan, que aún estaba sentado en la cama, bufó y se tiró hacia atrás, indignado-. ¿Hay toallas arriba?
Él alzó la cabeza y me miró intentando darme pena. Yo alcé las cejas, era él quien me había obligado a quedarme en casa.
-Si -contestó derrotado. Yo me reí entre dientes y me fui a la piscina.
Me habían dado ganas de bañarme de ver el agua a través del cristal que había tras el cabecero de la cama. Un baño me vendría bien, así me despejaba un poco.
Cuando llegué, me quedé de nuevo deslumbrada por las vistas. Eran impresionantes.
Me tiré de cabeza. El agua estaba un poco fría, después de toda la noche. Cuando mejor tenía que estar era por la tarde, cuando el sol ya la había calentado durante horas. Buceé hasta el cristal que daba a la habitación de Nathan. Él seguía tumbado en la cama, con una pose indignada.
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La noche más oscura ©
VampireNueva York está sufriendo una oleada de asesinatos y misteriosas desapariciones. Chelsea Bennett, una de los mejores inspectores de la ciudad, se encargará de los casos, descubriendo cosas que nunca antes había imaginado que existieran: desde algo t...