Capítulo 19

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-No me busques más -dijo aquel rostro encantador de ojos rojos. Los rizos rubios le enmarcaban su delicado rostro; en vez de hacerle parecer más pequeña, la hacían de alguna forma más adulta, incluso más amenazadora.

-Pero Vicky, tus padres. . . -le dije yo. Estaba temblando, el frío me envolvía y hacía que me castañetearan los dientes.

-No me busques más -repitió, alzando la voz-. Ni a mí, ni a Tammy, ¿entiendes? ¡Dejádnos en paz!

-Pero vuestras familias y vuestros amigos están preocupados, tenéis que volver. . .

-¡No quiero! No quiero volver a mi casa -gimoteó. Ahora parecía tener menos edad de la que en realidad tenía-. Ya tenemos lo que queríamos. . .

Me desperté de golpe, como era ya habitual en mí. El frío seguía ahí, aunque no tan acentuado como en el sueño, pero aun así no pude contener un escalofrío. Estaba tumbada boca arriba en el sofá, con la cabeza apoyada en. . .algo. Abrí los ojos lentamente.

Observé aquellos ojos verdes desde arriba. Pensé que nunca podría acostumbrarme a esos ojos, tenían un color increíble.

-¿Te he despertado? ¿Tienes frío? -preguntó Nathan un poco ansioso. Sonreí ante su preocupación.

-No me has despertado, sólo ha sido un sueño -le tranquilicé mientras me incorporaba-. Y la verdad es que sí que tengo un poco de frío.

-Culpa mía -dijo él. Cogió la suave manta que se encontraba en el respaldo del sofá y me envolvió con ella.

No hacía falta taparme. Parecía una contradicción, pero cuanto más cerca lo tenía -como en ese momento- más calor tenía.

Aun así le dediqué una sonrisa agradecida por el gesto.

-Aún tengo muchas preguntas que hacerte -le recordé.

-Tenemos todo el día -dijo él a su vez. Le dediqué una mueca-. Antes de nada, quiero probar algo -le miré curiosa, intentando disimular el hecho de que mi pulso se había disparado cuando se acercó un poco más a mí-. No te muevas -dijo en voz baja.

-Lo veo difícil -susurré. Pero me quedé totalmente quieta, o eso intenté. Él sonrió un poco, y muy despacio, con cuidado, posó sus labios en los míos.

Estaban congelados. Era algo, que en algún lugar de mi mente, ya había supuesto. Pero no imaginé que por esa misma razón, fueran tan agradables. Mi boca se entreabrió para dejar pasar a su lengua y que buscara la mía.

Cuando se encontraron, un escalofrío de placer me recorrió la espalda. Entre nosotros parecía existir una corriente eléctrica, que no dejaba de pasar del uno al otro, sin parar.

El beso se acabó pronto, demasiado pronto. Nathan me miró sonriendo satisfecho.

-¿Y eso? -jadeé-. Hace unas horas, parecías al borde del colapso porque me apoyé en tu hombro. No es que me queje -le aclaré, al ver como levantaba la ceja-, sólo me ha sorprendido.

-Quería intentarlo -dijo simplemente-. En realidad, quería intentarlo desde el primer minuto en que te conocí, pero pensé que nunca podría hacerlo.

Enrojecí ante esa declaración.

-Y. . .¿mi sangre? -le pregunté. No sabía muy bien cómo preguntarle eso, qué palabras escoger, pero me entendió a la primera.

-Mi sed por tu sangre no ha mejorado -me explicó. Aún me sorprendía de que aquello no me sorprendiera-. Lo que ha mejorado es mi autocontrol. Pero no te relajes por eso, sigo siendo igual de peligroso. Y debería irme -dijo.

La noche más oscura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora