-Qué pronto habéis vuelto -comentó Nathan cuando las puertas del ascensor se abrieron, directamente en la casa. Pasó su brazo alrededor de mi cintura y posó sus fríos labios en mi mejilla. En seguida me relajé, olvidándolo todo por un momento.
-Sí, bueno. Es que hemos tenido algún inconveniente -dijo Kate con cuidado.
Noté cómo Nathan se tensaba; supuse que detectó algo extraño en el tono de voz de su hermana.
-¿Qué tipo de inconveniente? -preguntó despacio. Luego me observó atentamente-. ¿Estás bien?
-Estoy bien.
-De momento, sí -dijo Kate a la vez. Nathan nos miró a ambas.
-¿Como de momento? ¿Qué se supone que significa eso?
-Significa que Radek está aquí, en Nueva York -dijo Kate de sopetón. Así que ese era su nombre, Radek. Nathan se quedó inmóbil junto a mí-. Recuerdas quién es, ¿no? Y estoy segura de que no se irá hasta que. . .
-¿Cómo lo sabes? -le interrumpió Nathan, reaccionando. Kate abrió la boca, y luego hizo un gesto hacia mí. Nathan me miró interrogante, con un punto de preocupación en sus ojos.
-Bueno. . . -no sabía muy bien cómo empezar-, ha venido a la comisaría. Quería hablar conmigo, en mi despacho. Sabía quién soy yo, que conozco la existencia de los vampiros -dije esa palabra con un escalofrío. A pesar de todo, aún me costaba decirla en voz alta-, y que estamos juntos. Me ha dicho que quería venganza, y te ha amenazado -dije mirándole a los ojos. Kate me miró alzando una ceja-. Bueno, a mí también -suspiré. Eso me importaba tanto-. No me ha dicho su nombre.
-Pero por la descripción y por lo que ha dicho, es Radek. Seguro -dijo Kate.
Nathan me apretó más contra él. Sentí cómo inspiraba lentamente.
-Te ha amenazado -repitió despacio. Nosotras callamos. Él cerró los ojos y siguió hablando quedamente-. Lo voy a matar. Voy a matarle, igual que maté a su hermano.
Sus palabras, y el modo tan frío con que las dijo, me pusieron los pelos de punta.
-Me estás asustando -reconocí con un hilo de voz. Él abrió los ojos y me miró preocupado.
-Lo siento. No pretendía. . .
-¿Qué está pasando? -exigí saber-. Creía que vosotros sois más fuertes que los Moroi.
No entendía qué les preocupaba tanto.
-Lo somos -dijo Kate-. Pero aún así, los Moroi son muy fuertes, mucho más de lo que un humano podría imaginar ser. Cuanto más viejos son, más fuerza tienen. Y Radek tiene unos cuantos centenares; debe de ser uno de los Moroi más antiguos.
-Kate, ve a casa de Chelsea y trae todo lo que le haga falta -le pidió Nathan tendiéndole mis llaves. ¿De dónde las había sacado? Pero tenía otras preguntas más acuciantes.
-¿Por qué quieres traer todas mis cosas?
-Porque te vas a quedar aquí -me respondió Nathan. Kate ya estaba en movimiento, y en un momento desapareció, en dirección a mi casa-. Aquí estás más segura, y además no pienso perderte de vista.
Mi carácter me obligó a llevarle la contraria, o al menos a intentarlo.
-Pero. . .
-No -dijo negando con la cabeza.
-Sé cuidarme -protesté. No me importaba quedarme en su casa, pero no quería por dos razones: una, porque me estaba obligando a hacerlo, y que me obligaran a hacer algo era más que una invitación para que no lo hiciese; y dos, porque quería que me quedara para protegerme, cosa que hería mi orgullo.
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La noche más oscura ©
VampirgeschichtenNueva York está sufriendo una oleada de asesinatos y misteriosas desapariciones. Chelsea Bennett, una de los mejores inspectores de la ciudad, se encargará de los casos, descubriendo cosas que nunca antes había imaginado que existieran: desde algo t...