Capítulo 38

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Me desperté muy confusa y entumecida. Ls costillas me ardían, y la muñeca me daba pinchazos, los efectos de la morfina ya esfumados. Las cortinas estaban echadas, pero no podían ocultar la luz de media tarde.

Debajo de la ventana, en el viejo sillón, estaba sentado Nathan. Me observaba, y sonrió cuando me vio despierta.

Espera. . .

Rebobiné un poco. Lo de antes. . .¿había sido un sueño?

Mi madre había estado allí de verdad, eso lo tenía claro. Pero la discusión entre ella y Nathan y Kate, ya no tanto. Esperaba de verdad que fuera un sueño. Mi madre no podía haber dicho aquello, no podía. Y Nathan, Nathan no podía estar de acuerdo con ella.

Lo que me convenció de que era un sueño fue, obviamente, que no había podido moverme, ni hablar. Cuando recordé eso, me tranquilicé. Había sido un sueño. Un mal sueño. Más que un sueño, una pesadilla.

Suspiré de alivio. Nathan frunció el ceño, y en menos de un segundo estuvo junto a mí.

-¿Qué te ocurre?

-Nada -suspiré de nuevo-. He tenido una pesadilla.

-¿Quieres contármela? -me preguntó amablemente, aunque preocupado. Iba a responderle que no, pero cambié de idea en el último momento.

-Bueno. . .-dudé, sin saber cómo empezar-. Estábais Kate y tú, y mi madre, aquí. Discutíais sobre mí. . .

Vi cómo las cejas de Nathan se alzaban ligeramente, pero su expresión no cambió. No supe cómo tomarme eso. Le conocía lo bastante bien como para saber que, en otras circumstancias, seguramente se hubiera sorprendido más.

-¿Sobre ti? -repitió ladeando la cabeza. La verdad es que no parecía muy sorprendido, o extrañado o intrigado.

-Ella. . ., mi madre, quería que me dejaras. . ., porque, según su opinión, sin ti estoy más segura -le tanteé, analizando su rostro con miedo, sin encontrar nada sospechoso. Permaneció casi inexpresivo, lo que casi fue peor, y de repenté me asaltó la inseguridad-. ¿Tú. . .no piensas eso. . ., verdad?

Nathan apartó la mirada, y entonces sí que me asusté.

-Bueno. . ., mírate -dijo con un gesto de la mano-. Mira dónde estás. ¿Estarías en el hospital ahora si no me hubieras conocido? -abrí la boca para contestarle, pero no me dejó-. Por favor, no digas que esto no es mi culpa. Lo empeoras.

-¿Eso qué significa? -me atreví a preguntar, con un hilo de voz.

-Pienso que estarías mejor sin mí -contuve la respiración-, pero soy demasiado egoísta, ya que yo no estaría mejor sin ti.

Solté todo el aire contenido. Nathan me apartó el pelo de la cara y esbozó una sonrisa triste.

-Es curioso, ¿no? -comentó. Yo le miré interrogante, aún incapaz de hablar-. Tú eres buena para mí, lo mejor -contuve las lágrimas, aunque no eran precisamente de tristeza-. Y sin embargo, no hay nada peor para ti en este mundo, que yo.

Ahora sí que no pude evitar las lágrimas que corrieron veloces por mis mejillas, calentado mi cara.

-¿Por qué dices eso? -dije como pude.

-Es la verdad -contestó Nathan, encogiéndose de hombros. Negué con la cabeza, al tiempo que Nathan atrapaba una lágrima de mi rostro.

-Antes, cuando no estabas, vino mi madre -eso sí que no había sido un sueño. Decidí que el resto sí que lo había sido, por lo que Nathan no sabía lo de mi sangre-. Me ha contado algo de mi familia.

La noche más oscura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora