Capítulo 18

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Ahogué un grito, y el móvil se me cayó al suelo. Se oyó el típico sonido que hace la pantalla de un móbil cuando se resquebraja y se convierte en una telaraña de mil añicos; pero no reaccioné. Al menos, no a eso.

-¿Qué haces aquí? -le pregunté, con el corazón a mil por hora.

-Me has llamado tú -me recordó.

-Bueno sí, pero esperaba que tardaras un poco más en llegar -dije, intentado encontrar una explicación. Nathan se encogió de hombros.

-Soy rápido -me dijo-. Es una ventaja de ser. . .

-Vale -le interrumpí. Sabía a lo que se refería, no me hacía falta oírlo. Esa palabra resonaba en mi cabeza cada medio segundo-. Entiendo.

-Chelsea, ¿por qué me has pedido que venga? -me preguntó.

-Siento haberte despertado, pero no podía esperar -le confesé, acercándome a él, al tiempo que enrojecía.

-No me has despertado -contuvo una sonrisa-. ¿Qué es eso que no podía esperar?

Miré hacia otro lado.

-Lo he pensado. . .-empecé-, y creo que. . .que eso no es. . ., que no es relevante.

Eso pareció descolocarle de una manera que nunca había visto. Parecía enfadado.

-¿Cómo? -preguntó, sorprendido-. ¡¿No es relevante?!

Retrocedí un paso. Él lo advirtió, e intentó calmarse.

-No -dije con voz clara-. Es completamente irrelevante. Siento. . .darte la noticia, pero así es.

Nathan parecía cada vez más incrédulo, pero habló despacio, tranquilo, aunque le veía en los ojos que no era así como se sentía.

-¿Me estás diciendo que no te importa que sea un vampiro? -preguntó. Su voz transmitía sarcasmo y algo de ira. Al oír esa palabra, me estremecí. Supe que él se había dado cuenta, pero asentí con la cabeza.

-Sí -le dije-. Te estoy diciendo exactamente eso. No me importa, aunque aún tengo que asimilarlo del todo.

-Aún tienes que asimilarlo del todo. . .-repitió, sin poder creérselo. Yo asentí de nuevo.

-Y tengo algunas dudas -añadí. Nathan alzó las cejas y luego sacudió la cabeza.

-No eres consciente de lo que supone para ti lo que soy -dijo gravemente. Iba a responderle, pero siguió hablando-. Chelsea, podría hacerte daño, podría matarte. El olor de tu sangre. . .

Yo negué rápidamente con la cabeza.

-Aún no me has hecho nada, ¿por qué vas a hacerlo más adelante?

-Podría hacerlo en cualquier momento, ¡podría hacerlo ahora mismo! -casi gritaba, pero no me moví.

-Ni lo vas a hacer ahora ni lo harás la semana que viene -le aseguré-. Confío en ti.

-No deberías -me dijo en voz baja.

Veía dolor en sus ojos, y no pude evitarlo; acorté la distancia que nos separaba y le cogí la mano.

No podía negarlo. Tenía que admitirlo, al menos a mí misma. No podía negar lo que sentía; y menos con aquellos ojos verdes, de aquel tono luminoso tan sobrenatural, mirándome fijamente. Esto era peligroso, lo sabía. Pero no podía hacer nada.

-Creo que soy capaz de elegir en quién confío y en quién no -le dije. Estaba tenso, pero me alegró mucho que no se apartara-. Al menos, en el estado de Nueva York es legal.

La noche más oscura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora