Al día siguiente, me desperté con la luz clara de la mañana.
Me levanté aliviada por haber dormido sin pesadillas. Hasta ayer, hacía años que no había pasado una noche tan mala, y temía que se volviera a repetir, pero por suerte no había sido así.
Había pensado dormir hasta tarde ya que era sábado, pero estaba de buen humor y activa, y como el tiempo acompañaba (hacía frío, pero el sol brillaba en un cielo despejado de nubes) decidí salir a correr. Hacía casi dos semanas que no corría por culpa del trabajo, y ya me lo pedía el cuerpo.
Así que desayuné bien, me vestí con ropa adecuada y salí a la calle. Hacía un día espléndido, a pesar del aire frío.
Aunque rebosaba energía, empecé andando para no forzarme, pero en algún momento comencé a correr, y cuando me quise dar cuenta estaba en la quinta avenida, casi llegando al Empire State Building. Ya que estaba allí y no estaba muy cansada, pensé en ir hasta Central Park. Adoraba ese parque, y no tenía prisa por volver a casa. Sólo me esperaba la lavadora.
El Central Park estaba lleno de gente siempre, y a aquella hora -poco más de las ocho de la mañana- no dejaba de cruzarme con gente haciendo ejercicio, igual que yo, o incluso paseando al perro. Aunque también vi mucha gente vestida con traje, andando o en bici, que iría a trabajar. Mmm. Pensé que debía de ser un lujo ir al trabajo dando un paseo por Central Park. Igual debía replantearme buscar algún apartamento (barato, que sería lo más complicado) en el centro. . .
Pensando en apartamentos, me puse a observar los altísimos edificios que rodeaban el parque (algo que no debería haber hecho; se debe vigilar por dónde vas). Eran bastante imponentes; no te acostumbrabas a los rascacielos de Manhattan por muchos años que vivieras aquí, aunque yo tampoco es que llevara muchos. Todos los rascacielos parecían iguales, pero en realidad eran muy diferentes.
Un edificio en particular me llamó la atención. Era de los más altos de la zona este, el Upper East Side, y daba directamente al parque. Era todo de cristal, y la parte superior del edificio estaba inclinada en vez de ser recta, como la mayoría de los edificios que lo rodeaban, que parecían tener algunos años más, aunque no es que fueran viejos, ya que como mucho tendrían diez o quince años.
Continuaba observando el edificio de cristal, cuando tropecé con algo -puede que fuera con mis propios pies. No sería la primera vez, y más si iba distraída- y caí de bruces. Bueno, en realidad no, porque me dio tiempo de poner las manos. Pero vamos, que la ridiculez fue la misma.
Me quedé un instante en el suelo, maldiciéndome a mí misma en voz baja, hasta que me interrumpió una irresistible voz.
-Vaya, qué casualidad.
Tuve la sensación de que conocía esa voz desde siempre.
Levanté la mirada, seguramente con las mejillas coloradas. Nathan estaba delante de mí, vestido de manera informal, pero ideal, con un jersey de cuello vuelto gris y unos vaqueros. Su piel pálida resaltaba a la luz del día, y su pelo estaba perfectamente despeinado, como si acabara de salir de la cama. . .de otra.
Extendió una mano en mi dirección y me miró burlón, levantando una ceja. Pero yo me levanté haciendo caso omiso de su mano extendida y me sacudí los pantalones, muy digna. Él sonrió de medio lado. Aunque estaba segura de mi sonrojo, intenté ignorarlo.
-¿Estás bien? -me preguntó algo preocupado. Si lo estaba de verdad o no, eso no lo sabía-. Parece que siempre nos encontramos en esta clase de situaciones. . .-dejó la frase sin terminar, intentado buscar la palabra.
-¿Embarazosas para mí? -le sugerí. Me examiné las manos, que me escocían un poco por la caída.
Nathan pareció pensarlo.
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La noche más oscura ©
VampireNueva York está sufriendo una oleada de asesinatos y misteriosas desapariciones. Chelsea Bennett, una de los mejores inspectores de la ciudad, se encargará de los casos, descubriendo cosas que nunca antes había imaginado que existieran: desde algo t...