Algo frío me rozó la mano. Luego los párpados, bajó por mi mejilla y terminó en mis labios.
Abrí los ojos, curiosa, aunque sabía perfectamente de quién se trataba. Nathan me miraba preocupado, sus dedos se entretuvieron en mis labios. Sonrió levemente, pero sus ojos estaban serios.
-¿Qué tal estás?
Hice una mueca, y miré a mi alrededor. No conocía la habitación en la que me encontraba. Era toda blanca. Reparé en que tenía el brazo derecho escayolado, la mitad hasta la mano, y también tenía el torso vendado.
En el dorso de mi mano izquierda tenía una vía, que estaba conectada a un gotero, y de la nariz me salían unos tubos.
Me asusté. Nunca había tenido que ir al hospital, lo más grave que había padecido era un resfriado.
-Dímelo tú.
Nathan hizo una mueca de disgusto.
-Tienes tres costillas rotas y la muñeca destrozada. Saliste del quirófano hace varias horas.
-¿Quirófano? -inquirí, aún más asustada-. ¿Qué me han hecho?
-Te han puesto tornillos en la muñeca para mantener una posición correcta y que pueda sanar bien -me explicó Nathan, retirándome el pelo de la frente-. Me he encargado de que no se pasaran de la raya, no como ayer.
¿Estaba enfadado consigo mismo? Era lo que me faltaba, además de tener unos tornillos dentro de mi muñeca.
-No te eches la culpa de lo ocurrido, por favor -le pedí. Gracias a la anestesia no me dolía nada, aunque sí sentía bastante cansancio.
-¿Y qué quieres que haga?
Verle así me dolía más que cualquier otra cosa. Y para eso no había analgésico.
-Fue culpa mía, fui yo la que se escapó. Tú no podías saberlo.
-Podría haberme quedado contigo, o dejar que vinieras conmigo, o. . .
Nunca lo había visto así, parecía odiarse a sí mismo.
-Entonces hubiera encontrado otra forma de vengarse, tarde o temprano lo habría hecho. Y podría haber sido peor.
-¿Peor? -repitió incrédulo- ¿Tú te has visto? Estás aquí por mi culpa, y si no estuviéramos. . .
-No se te ocurra decir eso -le interrumpí-. Parece que este es mi destino, y no sólo porque tú y yo estemos juntos -dije con los ojos llorosos de repente-. Hay más factores. . .
Obviamente, me refería a mi madre. Recordé que había soñado con ella.
Nathan me entendió a la primera, y su rostro cambió.
-Lo siento -me dijo en voz baja-. Kate me lo ha contado.
Yo miré a otro lado. Se me revolvía el estómago cuando pensaba en mi madre.
-¿Entiendes a lo que me refería? ¿Crees que nuestra relación va ponerme más en peligro que el hecho de que mi madre sea una vampira? -le dije irónica. Estaban empezando a desaparecer los efectos de la anestesia, y el dolor empezaba a asaltarme. Si lo sumaba al otro dolor, el que no era físico. . .
-Bueno. . .creo que yo suelo estar más cerca de ti que tu madre -apuntó.
-Y doy gracias por eso -dije por lo bajo. Nathan volvió a ponerse serio.
-¿Piensas volverla a ver? -me preguntó con cuidado.
-No lo sé. Estoy muy confusa -dije sinceramente-. Pero sigo muy enfadada con ella, eso lo tengo claro. Y no sé si podría perdonarla.
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La noche más oscura ©
VampireNueva York está sufriendo una oleada de asesinatos y misteriosas desapariciones. Chelsea Bennett, una de los mejores inspectores de la ciudad, se encargará de los casos, descubriendo cosas que nunca antes había imaginado que existieran: desde algo t...