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Cuando llegaron, se encontraron a alguien sentado sobre la meseta, en la misma posición en la que había estado Mingi hacia unos minutos.

—Buenos días —lo saludó Wooyoung. El chico le sonrió y continuó revisando su celular, sin notar la presencia de Jongho.

—Ese es Yeosang, del que te hablé —comentó el Jung, haciendo que el aludido alzara la vista, preguntándose a quién podría estar dirigido ese comentario. Fue entonces cuando notó la presencia de Jongho. Lo miró con desconfianza mientras se bajaba de la meseta. Se concentró en su olor y enseguida notó el sutil aroma a sándalo que desprendía. Se relajó un poco, pero seguía algo receloso.

—¿Y este quién es? —preguntó. Jongho también lo miró, frunciendo el ceño. No le gustaba que un tonto, cuyo olor ni siquiera estaba definido, lo mirara así.

—Se ha mudado hoy. Su nombre es Jongho.

—¡Ah! ¿Va a vivir aquí? —el semblante del chico se relajó casi tan rápidamente como se había contraído. Se acercó con una sonrisa—. Mi nombre es Yeosang, mucho gusto —Jongho aceptó el estrechón de manos, aún un poco desconcertado por los cambios humorales de aquel chico.

—Ya somos más híbridos —Wooyoung se emocionó—. Con él ha venido un alfa.

—¿Un alfa?

—Sí, pero es agradable. Lo conocerás cuando él y Mingi regresen.

Yeosang ladeó la cabeza, en señal de duda.

—¿Y porqué ese alfa salió con Mingi?

—Fueron a traer su equipaje —Wooyoung se encogió de hombros, como si fuera la cosa más obvia—. Les pedí que dejaran a Jongho conmigo, así que supongo que no les quedaba más remedio que ir juntos.

—Ya veo... —Yeosang asintió, pero se notaba que había algo que aún rondaba su cabeza.

—¿Hay algo de comer? —Wooyoung rodeó a Yeosang y fue hasta la nevera.

—Debe quedar pastel del que trajo el vecino.

—¿Ese que estaba muy rico? ¿Aún queda?

—Sí, sabes que Mingi es el que se come las cosas y en estos días él no ha estado parando mucho aquí.

—Pues nos pusimos de suerte —el pelirojo sacó un plato donde quedaba casi medio pastel y lo puso en el microondas para calentarlo un poco—. ¿Tú también quieres, Yeosang?

—No, yo sólo estaba esperando a que estuviera el café. Ya casi tengo que irme.

—¿Tienes turno ahora en la mañana?

—Sí, hasta las cuatro de la tarde.

En ese momento se oyó el pitido de la cafetera y, cuando Yeosang se sirvió una taza, el penetrante aroma del café se paseó por las narices de los tres híbridos.

—Tómense el resto —se despidió, llevándose su café en una taza portátil y agarrando su bolso que descansaba sobre una de las sillas del comedor.

El mayor sirvió dos rebanadas de pastel y café para ambos e invitó a Jongho a sentarse junto a él en la sala para desayunar. Comieron mientras veían algo en la televisión. Wooyoung siempre tenía algo que comentar, pero Jongho comió en silencio. Se sentía raro. Nunca había hecho algo que parecía tan básico como aquello. Se sentía cómodo, cálido, feliz... todavía como si estuviera en un sueño. Aquella casa era más de lo que nunca pensó que tendría. Cuando Hongjoong regresara, le iba a dar las gracias apropiadamente. Ahora que lo pensaba, Jongho tenía muchas cosas que agradecerle. Muchísimas.

—Deja, yo lo llevo —vió que Wooyoung se había puesto de pie, dispuesto a llevar los platos y las tazas para la cocina.

—Bueno —el zorro no se hizo de rogar y dejó que Jongho se llevara las cosas mientras se dejaba caer de nuevo en el sofá. Mientras el pelinegro fregaba en la cocina, sonó el timbre y él se apresuró a abrir la puerta.

Su cuerpo se puso tieso cuando sintió aquel aroma conocido, pero no le quedaba de otra, tenía que abrirle.

Jongho escuchó desde la cocina, tanto el timbre, como el sonido de la puerta al ser abierta por Wooyoung. Pensó que probablemente se tratara de Hongjoong y Mingi, aunque no los esperaba de vuelta tan rápido. Terminó de escurrir los platos y los colocó de vuelta donde Wooyoung los había tomado. Se secó las manos sobre el pantalón y se dirigió rumbo a la sala.

Pero aquel hombre no era ni remotamente Hongjoong o Mingi.

Era un chico alto de cabello mezclado entre tonos rojos y negros. Le sonreía a Wooyoung, pero éste sólo miraba al suelo, su cuerpo tenso.

Jongho se acercó un poco más, atraído por algo que no sabría decir qué era. Aquel chico traía una mochila y espejuelos. Lucía simple, normal pero, aún así, había algo en su presencia que había sobrecogido a Jongho.

El chico se giró hacia él. Sus labios se movían, pero Jongho no escuchaba nada de lo que decía. Era como si el tiempo transcurriera más lento y todo sucediera a cámara lenta. La deslumbrante sonrisa de esa persona se sentía casi dolorosa, era perfecta. Sólo eso surgió en la mente de Jongho. Perfecta.

No entendía qué estaba pasando. Ninguno de sus sentidos respondía. Se sentía mareado, abrumado... completamente fuera de control.

Y en esa situación, aquel chico seguía acercándose a él, con aquella sonrisa, su mano extendida. Wooyoung también hablaba, pero tampoco lo escuchaba. Cuando estuvo justo frente a él, pudo sentirlo.

Su olor.

Aquel olor.

Limón y café. Amargo, penetrante...

Todo su cuerpo reaccionó con violencia. Sintió un enorme calor recorrerlo. Una señal punzante en la parte trasera de su cuello, su propio olor disparándose.

Aunque nunca lo hubiera experimentado, sabía perfectamente de qué se trataba.

De repente lo pudo escuchar. Su voz se volvió el único sonido que sus oídos escuchaban. Ese y el intenso latir de su sangre dentro de sus arterías.

—Yo soy el dueño de a casa. Jeong Yunho, es un placer.

Aquel humano era un alfa. Su olor más claro que ningún otro. Por alguna razón, Jongho lo sentía perfectamente, y lo entendía.

Aquel humano era "su" alfa.

[...]

Aquí es donde muero¿?

No Pets Allowed! | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora