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Wooyoung no quiso imaginarse por dónde venía el asunto.

—¿El jefe? ¿Qué jefe? ¿De qué mierda estás hablando? —le devolvió la bolsa al hombre con un gesto enfadado.

—Cálmate, pequeño... —le sonrió suavemente—. Yo sólo estoy siguiendo órdenes —dió la vuelta alrededor del mostrador y se puso frente a ellos, tomando el teléfono que aún permanecía en manos del pelirojo—. Simplemente me dijeron que, si te veía venir a comprar algo, te lo diera gratis. No es nada malo.

—¿Quién es tu jefe?

—Sólo acéptalo —tomó una de sus manos e intentó poner la bolsa entre sus dedos.

—¡No! ¡Respóndeme!

—¿En serio no sabes? —su sonrisa se amplió—. Deberías saberlo. El jefe no tomaría una consideración así con cualquiera.

—No, no lo sé... y como no me vas a decir, supongo que no tenemos nada más que hacer aquí —se dió la vuelta—. Jongho.

—¡Espera! —el dependiente los detuvo, sujetándolos a ambos por los hombros —. Mira... —le dió la bolsa a Jongho y luego sujetó los hombros de Wooyoung con ambas manos—. No tienes que ponerte así. Date cuenta de que me estás poniendo en una situación incómoda. Cuando el jefe se entere de que no quisiste aceptar, se va a enojar conmigo.

—Entonces cóbrame —Wooyoung le puso el dinero en el pecho—. Yo necesito los supresores, pero no pienso aceptarlos gratis si no sé cuál es el asunto.

—Si tú no lo sabes pues entonces yo menos.

—¿Quién es tu jefe? Sólo dime eso.

—Osea que de verdad no conoces al jefe...

—Si lo supiera, no estaría preguntándote por segunda vez.

—Todo el mundo sabe quién es Choi San.

Ese nombre... a Wooyoung le sonó y no precisamente de forma agradable.

—Lo sabía —el pelirojo agarró de nuevo los billetes y se dió la vuelta, tirando de Jongho—. Dile a tu jefe que no quiero tener nada que ver con él.

Salió de allí con paso apresurado. El enojo se notaba a varias cuadras.
Jongho lo seguía casi corriendo. Las piernas del mayor eran muy largas para su gusto, por lo que mantener su paso se estaba volviendo cada vez más difícil.

Cuando salieron de nuevo a la calle, el Jung no disminuyó el ritmo. Los billetes iban apretados en su mano, como si fueran los culpables de todo el asunto.

—Woo... —lo llamó pero el zorro no se detuvo—. ¡Woo! —sujetó su abrigo, obligándolo a detenerse finalmente—. ¿Qué sucede?

—¡Es ese imbécil! ¡Choi San! ¡El del club anoche! ¡El del mensaje!

—¿El que dijo que quería domesticarte?

—Sí, ese mismo —Wooyoung se sacudió el cabello, tratando de relajarse—. No puedo creer que ese tipo sea el que controle el tráfico de supresores... simplemente es una broma demasiado mala.

—Pero entonces...

—¿Ahora de dónde rayos voy a sacar los supresores de Yeosang? ¡Ni loco voy a aceptar algo de un tipo así! ¡Mierda! Y ni siquiera puedo intentar en la farmacia... maldita sea.

—Ya, cálmate... —Jongho lo sujetó por los brazos—. No debes alterarte tanto.

—¿Ho? —el mayor se fijó en las manos de Jongho—. ¿Qué es eso? —señaló la bolsa con su vista.

Jongho también reparó en la presencia de la inocente bolsa entre sus dedos.

—¿En qué momento... —él mismo no la había notado.

No Pets Allowed! | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora