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—Apaga eso —Wooyoung se removió de un lado a otro debido al molesto sonido que insistía en perturbar su sueño. Se acurrucó del lado contrario y el sonido se detuvo. Ya casi había vuelto a agarrar el hilo de su sueño cuando de nuevo aquella música lo hizo despertar. Abrió los ojos, ya bastante irritado, pero enseguida notó que no estaba en un lugar ni remotamente familiar.

Aquella habitación tan amplia y soleada no era la suya... por no hablar de aquella cama.

—¿Sí?

—¿Pero qué… —casi pega un brinco al sentir aquella voz junto a él. Lo habría hecho de no ser porque San puso una mano sobre su rostro, cubriéndole la boca, en una petición silenciosa —y algo brusca— de silencio.

—¿Qué sucede? —San continuó su conversación telefónica mientras sujetaba al Jung. El omega se removió un poco bajo su agarre, pero cuando cruzó su mirada con la suya, algo en su interior le dijo que tal vez fuera mejor idea no moverse mucho.

Wooyoung no recordaba casi nada de lo que había sucedido. Su mente era un lío de imágenes, sonidos, olores y sensaciones. Estaba confundido a la enésima potencia. Si mal no recordaba, había sido secuestrado, sí, y había sido llevado a casa de San. Probablemente se había quedado dormido, pero entonces… ¿cómo demonios había despertado junto a Choi San?

La mano de éste lo soltó después de unos segundos de permanecer inmóvil y fue a enredarse en su cabello, acariciándolo distraídamente mientras su ceño fruncido hacia denotar que la conversación que estaba teniendo no era precisamente placentera.

Aquella caricia fue como un interruptor que acabó con la oscuridad de sus recuerdos. Todo regresó como una ola demasiado abrumadora. Wooyoung recordó cada segundo, cada caricia, cada beso y cada detalle. Inconscientemente se llevó una mano al cuello, constatando casi con pánico, el dolor punzante de la herida que tenía allí.

San, aun sin mirarlo, le retiró la mano del cuello y acarició con la suya la piel alrededor de la herida. Aquellos mimos no dejaban de confundirlo. No porque no entendiera la razón, sino porque no entendía la forma en la que su cuerpo reaccionaba. ¿Por qué se tenía que sentir tan bien incluso cuando San lo acariciaba distraídamente, sin mirarlo siquiera?

Ahora era su omega, no había nada que pudiera hacer al respecto. Aun cuando sabía que lo de la noche anterior probablemente sólo había ocurrido porque él no estaba en sus cabales de siempre. No podía ya sentir ni una pizca de la hostilidad que había sentido antes hacia San, le era imposible. En su interior había una mezcla rara de bienestar, calma, agitación y, tal vez, sólo tal vez, felicidad.

El enlace podía sentirse, podía sentir a San en él. Probablemente éste también sintiera lo mismo. Un nudo se formó en su garganta. ¿Qué haría ahora? ¿Qué sería de su vida ahora que se había convertido en el omega de Choi San?

De repente notó como una emoción se abría paso dentro de él, casi a la fuerza.

Ansiedad, también ira...

Casi irrumpiendo en su mente, empujando cualquier otra emoción, pidiendo ser notadas.

Miró el rostro de San, sus cejas estaba fruncidas y la mano que sujetaba el teléfono vibraba. No pudo evitar notar que también tenía el hábito de apretar el teléfono cuando no le gustaba una llamada. Eso casi le provoca una sonrisa.

Pero sabía que esas emociones desagradables provenían de San. Sabía que, lo que fuera que le estuvieran diciendo, estaba haciéndolo sentir mal. Tuvo deseos de quitarle el móvil y colgar la llamada, de abrazarlo y llenarlo de besos hasta que sintiera mejor, hasta que desapareciera esa sensación incómoda que tenía en la boca del estómago.

No Pets Allowed! | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora