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Mingi.

Yeosang podía sentir como la presencia de Mingi en el enlace se apagaba un poco. El dolor punzante se extendía desde su hombro hacia el resto de su cuerpo y en sus oídos unos latidos cada vez más suaves parecían hacer un eco lejano.

—¿Qué te pasa? ¡Háblame! ¿Qué sucede? —la voz de su cuñada se sentía lejana. Las pequeñas manos de la chica apenas tenían fuerzas para sostener su peso y tratar de hacer que se incorporara. Sin embargo, en aquel momento ni sus propias piernas podían sostenerlo. Sabía que a Mingi le había sucedido algo. Algo grave. Pues esos latidos apagados no eran otros que los de su alfa.

No le gustaba para nada esa sensación. No le gustaba sentir cómo Mingi se apagaba. Aún estaba vivo. De eso estaba seguro, pero el enlace se sentía frágil y tambaleante, doliéndolo mucho más, aún más que el reflejo del dolor del propio Mingi.

Si tan sólo pudiera... si tan sólo el enlace le permitiera estar allí con Mingi... dondequiera que estuviera...

Trató de concentrarse, de intensificar aquel enlace, de aferrarse a él.

Mingi... Mingi... Mingi...

Seguía balbuceando su nombre.

—¿Qué pasa con Mingi? —Jinah se agachó a su altura y sostuvo su rostro, tratando de buscar algo en la mirada asustada de Yeosang que le diera una pista.

—Algo le pasó a Mingi —musitó el omega, sus ojos y labios volviendo a cerrarse con fuerza, buscando mantener aquella sensación dentro de él, la sensación de que Mingi estaba recibiendo su energía, de que su fuerza estaba impidiendo que el calor de aquél enlace se apagara aún más—. Algo malo sucede con él.

Entonces Yeosang logró pensar con un poco más de lucidez, más allá de la sorpresa, del pánico y del dolor. Si a Mingi le había sucedido algo, eso sólo podía significar que tenía que ver con la mafia. No había otra explicación. Esa era la única razón posible.

Se puso de pie bruscamente, alarmando a la hermana de Mingi, quien lo siguió con la vista, viéndolo tambalearse rumbo a la sala.

Mingi estaba vivo. Podía sentirlo. Por muy débil que estuviera.

Buscó su celular en el asiento que había ocupado hacia un rato y se dispuso a llamarlo. Necesitaba saber de él, como fuera, como diera lugar.

—¡Espera! —Jinah se acercó a él, preocupada y notándose más alterada con cada segundo que pasaba—. ¿Cómo sabes eso? ¡Explícame! ¿Qué le pasó a mi hermano?

—No lo sé —Yeosang sonó cortante, su rostro marcado por el dolor intenso que seguía acosándolo. La preocupación y la ansiedad visibles en la forma temblorosa en la que sus dedos usaban el teléfono—. Sólo sé que está mal.

—Me estás asustando. Por favor, si es una broma...

—¡¿Crees que bromearía con algo así?! —bramó—. ¡Nunca bromearía si se trata de Mingi! ¡Algo le sucedió y no contesta el maldito teléfono! —lanzó el inocente aparato contra el sofá del otro lado de la sala y se dejó caer en la butaca, sus manos fueron directas a mesar su cabello, el dolor ya apenas le importaba, se sentía impotente. Seguía forzando el enlace, poniéndole todas sus fuerzas, sintiéndose cada vez más débil.

Pero no importaba, porque los latidos de Mingi se oían ahora un poco más fuertes. Sólo un poco...

Si se seguía concentrando...

...

—¡Hey! ¡Hey! ¡Mingi, quédate conmigo! ¡Oye! —Wonwoo sacudía el rostro del humano, golpeando sus mejillas con movimientos rápidos y un poco bruscos. Mingi musitaba palabras ininteligibles a la vez que la sangre seguía manando de la herida en su hombro, como si fuera imposible de contener. El alfa rasgó una nueva pieza de tela y la enrolló en su mano para después colocarla sobre la hemorragia, haciendo presión fuertemente sobre esta. Una nueva pieza fue rasgada y envuelta en su torso para fijar el improvisado apósito.

No Pets Allowed! | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora