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Cuando Wooyoung y Jongho regresaron, se sorprendieron al ver la puerta de la habitación de Yeosang abierta. Al entrar y ver la escena, no pudieron evitar preocuparse, pero todo parecía indicar que no habían hecho ninguna locura.

Decidieron que lo mejor sería dejarlos hacer lo que quisieran. Al fin y al cabo, tanto Mingi como Yeosang eran lo suficientemente grandes como para decidir qué hacer con sus vidas, por mucho que les preocupara lo lastimados que pudieran salir de toda esa situación.

Wooyoung sólo dejó las medicinas sobre la mesa auxiliar de Yeosang. Los miró por un momento, ambos dormían tan plácidamente... un humano y un híbrido, como si no hubiera nada mal con eso, como si fuera simplemente hermoso y natural. Se giró a mirar a Jongho, que seguía de pie cerca del umbral de la puerta.

¿Por qué las cosas tenían que ser tan diferentes para unos y para otros?

Sintió que su teléfono vibraba y salió del cuarto, cerrando cuidadosamente la puerta mientras contestaba la llamada sin fijarse en el número.

Oigo... —contestó, sin alzar mucho la voz.

Una risa algo irritante le contestó del otro lado de la línea.

Eso fue más rápido de lo que pensaba —una voz que le sonaba desagradablemente familiar.

—¿Qué demonios está mal contigo? —el Jung cambió enseguida el tono de su voz, haciendo que Jongho alzara las cejas en su dirección. Un gesto de su mano le indicó al menor que no se preocupara y se retiró para continuar con su llamada escaleras abajo.

No creo que haya nada mal conmigo.

¿De qué se trata todo eso? ¿Quién eres?

Te dije que sería bueno que recordaras mi nombre.

Sé que te llamas Choi San, pero eso no me dice nada. ¿Adónde quieres llegar con todo esto? ¿Qué quieres de mí?

Ya te dije: domesticarte.

Wooyoung apretó el teléfono.

Deja de jugar y sólo déjame tranquilo. Estoy seguro que si eres el gran mafioso que pareces ser habrás de tener a cualquier otro omega que quieras a tu disposición. No necesitas seguir jodiéndome.

Pero yo no quiero a ningún otro omega. Te quiero a ti, Wooyoung.

La forma en la San decía su nombre lo hacía sobrecogerse.

—¿Y para qué rayos me quieres?

Eres interesante.

Te aseguro que no.

Lograste resistir mis encantos…

Eso no me hace interesante, el interesante eres tú, quien cree que todos tenemos que caer rendidos ante tu complejo de sugar daddy… interesante para un psiquiatra, por supuesto —San se rió.

Sabes que por decirme algo así puede que te metas en serios problemas.

—¿Crees que me importa?

La verdad era que sí le importaba, no sabía qué tan peligroso podía llegar a ser San, pero la distancia y la seguridad que le brindaba saber que sólo era una llamada telefónica lo hacían sentirse valiente.

Cada vez me gustas más… Wooyoung.

No me llames así.

Ese es tu nombre.

No Pets Allowed! | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora