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—¿Se puede saber qué mierda estabas pensando?

Jun miró la hora en su reloj, una mueca de desagrado dibujándose en su rostro.

—Hoy llegas más tarde de lo usual —comentó, su mirada irónica desafiando a San—. ¿No te parece que a las nueve de la mañana ya estás un poco atrasado?

—La hora a la que llego no tiene la más mínima importancia ahora —San se acercó y sujetó violentamente el mentón de Jun, ladeando su rostro a ambos lados, consiguiendo que el omega gimiera de dolor.

Y no era para menos. La cara de Jun estaba adornada con oscuros moretones y heridas, especialmente alrededor de sus labios y en sus cejas. Señales inequívocas de que había recibido una de las peores palizas de su vida. Aún si su rostro trataba de permanecer con una expresión estoica, era fácil adivinar que el dolor no provenía solamente de los golpes en su cara. Si habían golpeado a un omega en el rostro era porque también lo habían golpeado en el resto de su cuerpo.

—Suéltame —demandó, pero no hizo el más mínimo movimiento de rechazo. El coraje no le daba para tanto. Al menos no aún.

—¿Quién te hizo esto?

Jun apartó la vista y guardó silencio.

—Recuerdo haberte dicho que fueras a descansar, así que dime quién carajo te hizo esto —San lo sujetó más fuerte, consiguiendo que el omega apretara sus párpados y se estremeciera al oír el tono agresivo de su voz.

—Parece que fueron los hombres de Yuto —Jeonghan entró a la oficina con un kit de primeros auxilios—. Él llegó esta mañana con información importante.

San escuchó lo que le dijo el conejo y, después de soltar el rostro de Jun, se llevó las manos a la cintura. La sensación de haber sido desobedecido unido a la preocupación que le suscitaba ver a alguien de su manada en ese estado estaban haciendo que le fuera difícil pensar y controlarse.

—¿Por qué no hiciste lo que te dije? —trató de suavizar un poco el tono de su voz, aunque aun podía sentirse como el fondo de su garganta vibraba un poco.

—Estaba así de cerca, San... —juntó su índice y su pulgar hasta que sólo faltaron unos milímetros para que se rozaran—. ¿Cómo querías que me fuera a mi casa a dormir? ¿En qué mente cabe algo así?

—¿Te parece mejor ser golpeado sin contemplación?

—Pero conseguí lo que quería. Ya sé...

—¡Eso no importa! —el autocontrol estaba siendo inútil.

—¡Que sí importa! —Jun también alzó la voz, bajándola enseguida—... sí importa —musitó, consciente de que sólo había conseguido que San se enojara más.

—¿Qué hubieras hecho si no te hubieran dejado de golpear? ¿Si no hubieras podido escapar? ¡Eres un omega! ¡¿Por qué mierda sigues olvidando eso?!

—Eso es lo que realmente no importa, te estoy diciendo que conseguí lo que...

—¡No voy a permitir que nadie de mi manada salga herido si puedo evitarlo!

—¡Entonces deja de ser tan cobarde y acaba de deshacerte de esa gente! —Vernon, quien hasta ese momento había permanecido a un lado, no pudo aguantarlo más—. ¡Deja de actuar tan débil! ¿Acaso les tienes miedo? ¡Podemos destruirlos! ¡Esas gentes no son ni un chicle en nuestra suela pero sólo porque les estamos dando la oportunidad hacen cosas como esta! ¡Mira a Jun! ¡Míralo! ¡Si nos hubiéramos encargado de ellos desde el primer momento, esto no hubiera pasado!

—¡Hansol! —San volvió a alzar su voz, cortando la distancia que lo separaba del beta con unos breves pasos hasta alcanzarlo y sujetar el cuello de su camisa con una de sus manos, consiguiendo que los talones de Vernon se separaran del suelo. Los otros tres híbridos se estremecieron, incluso Vernon, quien estaba demasiado enojado sintió como un escalofrío lo recorría de pies a cabeza—. Espero que todo eso que dijiste se te haya escapado y no sea lo que quisiste decir —el gruñido con el que acompañó sus palabras consiguió que el beta tragara en seco y su aplomo temblara. Todo lo que Vernon tenía de híbrido dentro de él gritándole que dejara de desafiar a su alfa, que eso nunca saldría bien, aún si su raciocinio lo seguía obligando a decir lo que pensaba.

No Pets Allowed! | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora