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Dí pasos lentos por todo el lugar de una esquina la otra con cierto recelo, abrí la puerta con fuerza y miré el gran e iluminado pasillo.

—¿Príncipe? —pregunté con algo de miedo en mi voz —¿Hola?.

Es obvio que nadie va a responderme, el se fue quien sabe a dónde.

Con algo de temor empecé a dar pasos decididos hacia alguna parte del castillo, al menos hasta encontrar luz o algo así, pero más bien mientras me adentro las antorchas se van alejando y la oscuridad va ganando todo.

Busco en mis bolsillos algo, siempre llevo conmigo alguna cosa y ¡Sí! Claro que si, mi móvil.

—Bendito seas —lo tomo como si fuera el tesoro más grande de todo el mundo y lo prendo.

Con ayuda de la linterna empiezo a caminar quién sabe hacia donde, en medios de la tenues oscuridad pero ya casi, despues de aproximadamente veinte minutos caminando escucho como una puerta se abre.

Me quedo ciega por un segundo ya que las antorchas se encienden y trato de buscar de dónde viene ese extraño ruido.

Mi vista queda pegada a su cuerpo, a su fuerte figura y a su nueva vestimenta formal que me hace estremecer.

Tiene puesto un atuendo en plateado, le cubre sus brazos hasta las muñecas, tiene puesto unos zapatos negros que le hace lucir excelente.

Su piel radiante y blanca le hace juego con anillos oscuros en los dedos, todos tan negros y de unas extrañas formas, sus uñas oscuras adornando su auténtica figura.

En su cabeza tiene una especie de corona pero no es una corona normal, más bien son diademas en forma de cuchillos en un color rojo oscuro.

Su cabello aún sigue largo en negro cayendo por sus hombros, una ligera barba mejor cortada y la mitad del rostro cubierto por lo que parece ser una máscara en forma de calavera.

Se ve tan oscuro que me hace preguntarme si es el mismo de hace unos minutos pero cuando sus ojos caen sobre mí, su actitud cambia a una más relajada y tranquila.

—Berlín, ¿Te has perdido? —su voz suena suave como si no quisiera golpearme.

—Creo que sí —miro mi teléfono y apago la linterna.

Sus ojos caminan hasta mi móvil haciendo una extraña mueca con la mitad de su rostro.

—¿Que es eso?.

—¿No hay teléfonos aquí? —pregunto confundida —de donde vengo, todos tienen uno.

—¿Para que funciona?.

—Para comunicarse con las personas —llevo el teléfono al oído —llamadas —trato de explicar.

—Es extraño —juega con su ceja —pero eso me da una excelente idea.

Me brinda su mano otra vez y la acepto sin ninguna pizca de miedo.

Su figura puede ser imponente pero su actitud dice lo contrario.

—¿Cual es tu grandiosa idea? —llego a preguntar con algo de curiosidad.

—Puedo tener uno —veo como su risa se ensancha —para que me llames cuando te pierdas.

—Pero Asroth —una risa divertida se me escapa —solo estamos tú y yo aquí.

—¿Acaso no lo entiendes Berlín? —baja su mirada hasta mí y sus ojos morados me observan toda —quiero estar tan cerca de ti como pueda.

—Si estuvieras en mi tierra, te llamarían acosador —susurro con algo de diversión.

—No estamos en tu tierra princesa, por lo tanto me debes aceptar como soy.

Profecías De Príncipes Solitarios: Origines Ocultos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora