[86]

14 0 0
                                    

Narrador omnisciente:

Un amargura sentí. El mundo ardió por ti. Más no estabas aquí para amarme.

No dormí por años luz y es que mi dolor se escuchará hasta que la luna se vuelva menguante.

Y es que aveces mi dolor se vuelve lluvia y empieza a mutilar mi alma hasta que ya no puedo más.

Este es el infierno pero contigo se sentía como el cielo.

La melodía melancolía se escuchaba en todo el enorme salón. La habitación era tan blanca como la misma nieve y lo único que la adornaba en oscuridad era el cuerpo masculino desnudo que estaba sentado sobre un pequeño taburete de porcelana blanca junto a la mesa. La piel marcada con un nuevo tatuaje sobre su pecho hizo que la sangre cayera al piso pálido dándole otro nuevo tono. Su rostro era de aflicción eterna por lo que cada letra que escribía más le enfriaba lo que tenía por dentro mientras que en su mente bailaba Berlín una y otra vez.

Sacrificio eterno.
No conoces eso ¿O sí?
Tu estas bien mientras yo te dibujo en el aire y en todas las paredes de mi memoria.

¡Oh amor! ¿Acaso es demasiado pedir una noche más? No pido más que una hora porque la última no la disfruté demasiado.

¡Eres tan cruel como un ángel y tan bendecida como un demonio! Y es que no lo dije pero...

Te amaré hasta que mi maldad deje de existir.

—Vos can ire.

El hombre hizo una reverencia y salió del salón dejándolo a solas. Lo primero que hizo Lucifer fue estirar su espalda un poco y apoyar sus codos sobre la mesa cerrando los ojos unos cuantos instantes tratando de canalizar su mente para dejar de sentirte así. ¡Va! Estaba seguro que no había pasado más de dos horas y ya tenía los dedos rojos de tanto escribir.

—Princeps ubi es? —se preguntó a si mismo para ponerse de pies y caminar en círculos con las manos sobre la espalda —¡Timorem affer, inepte loqui volo!

No quería estar solo... Sabía que si estaba solo más del tiempo necesario podía cometer un tipo de locura donde se vería visto como el malo. Sabía que lo correcto era olvidarla pero... ¿Enserio podría hacerlo? Una pregunta demasiado difícil para ser respondida en tiempo como estos.

—Hic est scr.

La puerta se abrió y en ella apareció Timor con unas cadenas en sus dos manos y pies. Al momento de verlo sintió un tipo de odio hacía lo que había sido su amo una vez, al hombre que había venerado por mucho tiempo y lo que ahora resultaba como un impostor quién sabe de cuantos crímenes. Al momento donde lo vió desnudo sintió un tipo de impotencia y quiso gritarle tantas cosas pero prefirió callar.

—Suspicor te scire quid hic sis for.

Supongo que sabes para lo que estás aquí

—Nihil refert amplius. Melius est hoc mori.

Ya no importa. Morir es mejor que esto

Respondió sin caminar más. Se quedó atascado a mitad de la puerta y el salón viendo como Lucifer tenía las manos sobre su espalda y una postura bien derecha aunque detrás de sus cabellos, la pequeña barba y todo ese semblante que siempre poseía había algo más...

Profecías De Príncipes Solitarios: Origines Ocultos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora