[43]

8 0 0
                                    

Me quedo petrificada, con los ojos abiertos por el hombre que tengo frente a mis ojos ¿Como pude ser tan estúpida? Es obvio que es él. La manera en la que habla y su piel pálida, sus uñas largas y sus tan delgadas y extrañas manos, toda esa aura de atemorizar y esa sonrisa chueca que me a helado por completo los huesos. Sus ojos oscuros son burlones y grandes, sus cejas que le da un aspecto a su cara tan demoniaca y su voz, su ronca y burlesca voz. Todo en el está mal, da miedo, es extraño y ahora sí me estoy odiando por haber metido el puñal en si funda.

—Veo miedo en sus ojos, señorita —habla tan lento y ronco que me estremezco —no tenga miedo de mi ahora, apuesto a que tiene una misión que concretar.

Me mira de arriba abajo.

—Tengo para usted una ofrenda —aclaro mi garganta y poco a poco doy pasos leves hacía adelante —puede que no sea mucho, pero es suficiente para usted.

—¿Qué conoce usted sobre lo que es suficiente para mí? —une sus cejas en una ligera llena de curiosidad.

Uno mis manos y las aparto lentamente haciendo que frente a mí se materialice el jarrón que Laias nos entregó lleno de sangre del titán muerto, espero que esto me de tiempo de que no me mate y que los demás se den cuenta que no está en el castillo.

—Es sangre de un titán —estiro mis manos para que la tome —es una ofrenda.

—Y muy generosa —sus pasos sigilosos se encamina hacía mí y dobla un poco su espalda para quedar a mi altura —que linda señorita, apuesto a que puede ofrendar otra cosa.

Sonríe con malicia y doy un paso atrás por la manera tan pícara que habla. Sus ojos me recorren completa y mientras lo hace sin darme cuenta ya ha tomado la jarra de mis manos volviendo a la esquina que hace unos minutos estaba. Se aleja tanto de mí que puedo soltar el aire al fin.

Lo abre y lo huele soltando un suspiro pesado de satisfacción. Me limito a observar la forma en la que lo toma tan desperado que algunas gotas rojas bajan por su barbilla cayendo a la tierra. Cuando por fin se lo a tomado todo pasa el brazo limpiándose y dejando la camisa manchada. Sus ojos negros me miran un poquito más y sonríe abiertamente mostrando dos colmillos puestos en el costados de la dentadura.

—¿Sabe usted cuánto tiempo tenía que no probaba algo tan excito? —chupa uno de sus dedos con fascinación —hace mucho tiempo.

—Me honra haber sido la causa de su deleite, señor —hablo aún con algo de temor.

—Ha tenido usted razón en algo —dibuja una sonrisa pequeña sobre la otra que ya tenía —no la podré matar ahora ¿Que haremos en ese caso?

—Deme su palabra que mis amigos dentro de su castillo están a salvo —miro la torre de nuevo que hace contraste con el cielo oscuro —no puedo perderlos.

—Le doy mi palabra —lleva su puño al pecho —ahora... —mira de un lugar al otro viendo que la niebla se a disipado un poco —hable  sobre su misión.

Aquí voy.

Carraspeo un poco y para estar más cómoda aunque obviamente no lo estoy lo suficiente me mentalizo que si quiero esa llave tengo que contarle algunas cosas y hacer que vea que estoy en completa satisfacción con él y sobre todo; en confianza.

Sin quitarle el ojo de encima hago que una silla aparezca y tomo asiento sobre ella dándome cuenta que él por su parte camina en mi dirección, con una expresión fresca y suave como si fuera la primera vez que va hablar con alguien en años. —¿Me dejaría usar unas de sus sillas, señorita?

Y sin decir nada extiendo mi mano haciendo que una más aparezca frente a mí. Pero obvio que a una distancia prudente. Mis ojos todavía no se apartan de él pero por su parte solo se asienta y cruza bruscamente sus piernas dándome toda esa oscura y fría atención que cala mis huesos.

Profecías De Príncipes Solitarios: Origines Ocultos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora