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Asroth:

Me moví de una esquina a la otra del enorme salón. No he salido desde hace un par de horas, justo desde que me dieron la noticia.

¿Cómo voy a estar bien? ¿Debería de creer eso? ¿Debería de hacer algo? ¡No! Claro que no. No pienso hacerle nada a mí preciada chica que me a quitado toda la melancolía de mis huesos.

Sería irracional ¿Verdad?

—Buenas noches, mi señor —La voz de Zeón hace eco en la habitación.

Sale de una densa oscuridad y toma asiento en mi lugar mientras estira sus piernas y pasa la mano por su cabello. La luz se enciende con más intensidad dejándome verlo por completo.

Como siempre y como es de costumbre, tiene solo unos pantalones en las caderas y el abdomen marcado descubierto dejando ver la media luna en el centro, el cabello peinado hacia atrás y sus ojos amarillos burlescos mirándome.

—Pensé que no estabas listo —estiro mi mano hasta tomar una copa de la mesa.

—Lo estoy. ¿Acaso no recuerdas lo que nos divertíamos antes?

—¿Qué dicen nuestras hermanas de bajar al Taoz para formar problemas?

—Si el rey me invita, todos callan —juega con una hebra de su cabello —¿No es así..—dibuja una sonrisa —mi señor?

—Es así como debe ser pero... —tomo de nuevo —aveces se ponen difíciles.

—¿Qué puedes esperar de princesas acostumbradas al poder? —hace una mueca —los caprichos de una son la guerra de mi padre, no puedes esperar menos de eso.

—Basta de hablar de nuestras hermanas.

Zeón es un hombre muy observador, puede ver el lenguaje corporal a miles de kilómetros y lo que menos quiero es tener que contarle sobre algo, no quiero que esto lo sepa nadie hasta que yo encuentre una solución a este problema.

—¿Estás bien Asroth? —arruga su frente —te veo algo... Pensativo.

—¿Acaso eso le debe de importar al Príncipe? —pregunto con burla.

—No quieras mentirme. Sabes que tienes algo atorado en tu corrompida lengua como para aguantar tanto tiempo sin decirlo.

—¿Me tientas?

—No. En esta ocasión prefiero la diplomacia y que me cuentes tú mismo. Sin tantos ¿Como se dice? Si, trucos.

—No pienso decirte nada.

—¿Se te olvida mi poder de voluntad?

No puedo mentirle a este chico, tiene una especie de voluntad demasiado fuerte como para resistirme y yo, estoy lo bastante agotado como para hacerlo.

—Llamé al Duque Nhamiel —miro a una parte inespecífica —le pregunté sobre mi futuro y dijo cosas muy extrañas y sin sentido.

—¿Sin sentido?

—¿Qué sentido puede tener que Berlín tenga los ojos negros? Ella, por naturaleza tiene los ojos blancos. Dice que vió muchas cosas.

—¿No le crees a tu propio oráculo?

—No dije que no lo creyera. Solo que me cuesta hacerlo. La realidad dice una cosa y el futuro dice otra ¿Como puede Berlín hacer todo lo que el dijo? Es casi como un chiste de mal gusto.

—No te ciegues por el querer. Recuerda: hasta las cosas que parecen eternas cambian o caen —susurra —y más cuando se trata de mujeres.

—No son unas locas Zeón —niego con la cabeza aún sin verlos —son increíbles.

Profecías De Príncipes Solitarios: Origines Ocultos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora