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Merlina:




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Conozco el temor que siente Berlín, ese que te cala los huesos, que te hace preguntarte si todo lo que estás haciendo es lo correcto o si lo mejor es huir. Yo lo sentí por tanto tiempo pero es un proceso, cuando uno se da cuenta que tiene la capacidad de aguantar grandes cosas, no se preocupa tanto y solo está listo para lo que venga.

El príncipe Asroth junto a Zeón salen por un costado del enorme lugar mientras que yo tengo los ojos puestos sobre la diosa Laias que rodea la mesa de algún material fino hasta quedar lo suficientemente cerca a mí para poner sus manos sobre mis hombros. Ella es de una tez blanca y el cabello largo y oscuro, tiene un pizca de serenidad que es admirable.

—Ahora entiendo porqué está aquí —afirma sin quitar sus ojos de los míos —revivir a un ser amado es algo que no se toma a la ligera.

—Diez año no es tomarlo a la ligera —tomo asiento y ella hace lo mismo.

—Entiendo por el dolor que pasa princesa, hemos sido creados para que el dolor ni siquiera siendo feliz nos abandone ¿No cree?

—Estoy de acuerdo.

—¿Quiere usted mi opinión sobre el tema o la solicitud a sus problemas?

—¿Es demasiado pedir las dos cosas? —Sonríe apenas un poco y baja la mirada.

—No es tan sencillo como cree y no porque no se pueda hacer tal cosa —suspira —más bien porque va en contra de todo lo natural de la vida.

—Eso lo sé, desde que murió sabía que ese era su propósito pero ¿Acaso usted no siente remordimiento cuando ve una pobre alma en pena como la mía arriesgando lo poco que le queda por un segundo alado del hombre al que ama?

—No puedo decir lo que es amar o no. No conozco el límite de un apago, no conozco el límite de un amor. Pero lo que si digo señorita Merlina, es que aveces hay que encontrar límites dentro del amor.

—¿Qué me está diciendo? —la miro a los ojos —¿Cree que no tengo límites?

—Tiene los suficientes como para definir lo que es bueno y lo que es malo y sé, que sabe que lo que está haciendo no es lo correcto, que va en contra del juicio de toda dama y de su palabra.

—Cuando Berlín me dijo que podía encontrar la manera de traerlo de vuelta sentí un alivio en mi corazón, siento el amor que el todavía me tiene, cuando toco sus cenizas siento esa pasión —cierro los ojos al imaginarlo —haré lo que sea, Diosa Laias para tenerlo de vuelta un minuto.

—Su espíritu es muy decidido —aprieta su mano con la mía —y la admiro por eso, tome. En esta página tiene todo lo que sabemos sobre traer alguien de la muerte —pone sobre mí mano una enorme página —tengo fe que sabrá que hacer con ella.

Y se levanta dándose la vuelta y dejándome a solas. Miro hacia una de las esquinas que están ilustradas con pinturas.

¿Quién define lo correcto? Desde todo los tiempos hemos intentado hacerlo, pero ¿Qué lo es? Nadie tiene idea.

En la habitación que estoy todo está en completo silencio, pienso en Berlín, en su dolor, en su miedo, en sus lágrimas, en su destino y en lo valiente que es aunque no lo sepa. En Asroth, en lo que todos dicen que es, pero lo frágil que es cuando la mira, cuando sus ojos la observan, cuando sus manos la tocan todo de él se ablanda, todo de él hasta el último músculo de su cuerpo se vuelve gelatina.

Y luego está Zeón. Todo un Dios de la belleza. Su color de piel es tan hermosa, sus ojos, la manera en la que mira, en la que sus cejas se mueven, en la algunos cabellos amarillos cubren la frente, su pecho descubierto y bien trabajado combinando con esa luna en su pecho. La manera en la que sólo camina, hasta lo más mínimo es vida con el y no entiendo como es posible, como alguien puede ser tan atractivo pero tan tonto.

Profecías De Príncipes Solitarios: Origines Ocultos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora