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Narrador omnisciente:


Las puertas se abrieron de par en par gracias a dos guardias que tenían por responsabilidad aquella acción. El salón era tal vez el más enorme y alto que habían visto alguna vez así que los ojos curiosos de los guerreros no fueron disimulados, bailaban de izquierda a derecha viendo todas las combinaciones, los ventanales, las esculturas y la enorme alfombra de color rojo con bordes negros que llevan directo al trono.

El techo era alto con ventanales cuadrados que tenían dibujadas alas oscuras que con el tono del cielo y la luminosidad de la luna le daba un toque rojo opaco a todo el salón. En la parte izquierda sobre el medio de un ventanal con el otro había una escultura pintada en roja que le daba vida a una mujer llorando sobre las rodillas de un hombre que tenía un aspecto firme mirando al cielo. Del otro lado en la parte derecha habían cuadros históricos que reflejaban angeles caídos hacía una tosca tierra. Así mientras todos pasaban sus ojos de izquierda a derecha viendo diferentes cosas como por ejemplo; un par de cadenas dentro de un gran pedestal, también había sobre otro una corona de madera con espinas incrustadas. Cada cosa la tenía como un tipo de trofeo como si las hubiese ganado en alguna épica batalla. El salón tenía velas rojas y negras que eran acompañadas por grandes cruces invertidas combinadas. Daba el aspecto de ser algo oscuro como un tipo de santuario por todo el olor a incienso que se olía. El color rojo y negro era tan evidente que Merlina por un segundo pensó que Lucifer estaba eternamente obsesionado con el color y tal vez era cierto, tal vez le gustaba tanto por una o muchas causas.

Cuando se acercaron al trono pudieron verlo mejor pero no demasiado, ya que el estaba suspendido por seis grandes escalones donde habían serpientes con cabezas de dragón jugando entre ellas mordiéndose unas a otras como si fueran cachorros nada más. El trono ¡Oh! ¿Alguien había imaginado un trono así? De el desprendía la maldad viviente y aunque Lucifer se había comportado como un verdadero hombre hasta ese momento solo aquel trono describía lo que tenía por dentro. Era grande —tal vez demasiado para un solo hombre—el color era oscuro entre rojo y negro ya que había sido pintado con la sangre de muchos humanos. Tenía brazos gruesos donde oraciones diabólicas estaban escritas, maldiciones antiguas con las cuales muchos hombres se habían condenado. Sobre su espalda había un número grabado en un tamaño considerable para ser visto por cualquiera que estuviera a una distancia prudente —666— en las puntas de los brazos justo donde descansaba sus muñecas y manos también estaba escrito el mismo número junto a cruces invertidas. Arriba en la parte superior en cada lado del trono había pequeñas cabezas de cabras pintadas en negras y en sus cabezas unas coronas puntiagudas. No era todo ¡No! Claro que no...

Al diablo por naturaleza propia desde que estaba en el cielo siempre le a gustado ser el amo de todo, tener ese aspecto interesante y lleno de un tipo de avaricia por el mismo así que se tomó el tiempo —el mismo— de incrustar sus propias alas de ángel caído sobre la parte trasera del trono cosa que al verse se podía apreciar enormes alas blancas pintadas en rojo (por la sangre) de principio hasta la mitad. Todo aquello era iluminado precisamente por seis ventanales de dos metros y medios que estaba abiertas para que la luz natural y roja de la luna pasara por ellas. ¡Oh! De verdad que todo era tan espléndidamente oscuro que nadie podía quitar los ojos de semejante cosa. Todo estaba hecho de un material y tamaño adecuado. Con las velas, los colores incluso las bestias que se paseaban como advertencia de donde estaban ¡Todo era excepcionalmente oscuro pero increíble!

Todos estaba cegados por el poder que se veía que poseía pero había algo más que encajaba perfectamente y era Lucifer. ¿Quién no ha pensado que el diablo era el ser más horrible de la tierra? ¡No! Para nada. Todas las leyendas humanos quedaban corta y necias ante semejante personaje. Su cabello que en ese momento estaba tan rojo como el vino bajaba con una terquedad seductora por su espalda pálida. Los músculos de su cuerpo; principalmente los de sus brazos, estaban tan bien trabajados que daba envidia tan solo mirarlos. Su pecho, su piel suave y delicada, su cuello, su cutis era algo que no se podía ocultar como la máxima belleza alguna vez concebida. Su rostro delicado y bien proporcionado era algo que daba gusto mirar. La forma de su frente, sus cejas y sus pestañas bien rizadas, sus ojos blancos que le daban un aspecto tan divino y como un perfecto ángel. Su barbilla bien pronunciada siendo apenas cubierta por una capa debil de barba le daba un aspecto firme de sus actos y tan varonil que dolía. Teniendo en cuenta que sus tatuajes oscuros pintados sobre su piel era un toque aún más magnífico los presentes internamente —sin decir palabra alguna —dedujeron que el encajaba tan bien ahí que no impresionaba. Era la viva imagen de lo malo con lo bueno en una misma habitación.

Profecías De Príncipes Solitarios: Origines Ocultos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora