Dimensión Dolmor:
—No me molestes, Masfeth —entró a la habitación oscura y la cerró con fuerza detrás de él.
Las velas se encendieron de inmediato dejando ver sus telas finas y relucientes. Todo era de tonos oscuros pero eran tan finas que cualquiera que entrara quedaría altamente maravillado con los toques y contrastes.
Tenía tanto lustre que solo entrar en ella podía causar locura, fascinación y éxtasis.
Las grandes ventanas estaban cubiertas por cortinas rojas pasión combinadas con negro, la alfombra era del mismo color y tenía pequeños bordes color Oro, ¡Oh!, Tan hermoso todo, parecía como una especie de habitación de algún conde terrenal lleno de poder y bravura.
—Ad te salus mea—su voz al decir aquellas palabras se escuchó fuerte y pocos segundos después el frío empezó a roer su cuerpo.
Se extrañó, una de las cosas que más le gustaba de visitar a Berlín era el aroma dulce de las flores y sin duda el calor que siempre brotaba de todas partes, la especie de veranos que se formaba era tan excito.
El lugar estaba irreconocible, todo era blanco, ni siquiera el sol podía darle un poco de brillo al contraste, hacía tanto frío como si fuera posible y vió tanta nieve que se sobresaltó en su propio espacio y lugar.
¿Que pasó? Se preguntó para si mismo y en un intento de buscar el cuerpo de su princesa caminó en los alrededores pero no la veía, el bosque cada vez estaba más espeso y frío, era evidente que algo, una maldición o algo estaba pasando cerca.
—Hace tanto frío aquí —escuchó a lo lejos una voz masculina y sin esperar dos veces cerró los ojos para poder concentrarse y encontrarlo —quédese aquí, vendremos pronto, nada le pasará. Buscaremos un poco de leña por estar noche.
—Tengan cuidado, me mantendré bien —¡Era su voz! La voz de su amada joven princesa.
Sin esperar dos veces se dejó cautivar por su aroma y en menos de un minuto la encontró, por fin la tenía frente a él. Estaba tapada con miles de mantas y era casi imposible reconocerla, su nariz tenía un ligero color rojo y sus manos tapadas con mantas. Su cuerpo tan pequeño, quiso tomarlo para él y abrazarla.
—¿Berlín?
Ella siguió mirando hacia todas partes, como si nada, como si su voz no hubiese sido escuchada. Se extrañó y volvió hablar.
—Berlín.
Nada.
La chica se acomodó mejor bajo el árbol y con sus ojos azules falsos observó cada cosa a su alrededor.
Nada.
Nada.
—¿Que te ha pasado, Berlín? —sus manos cubrieron su rostro blanco en un intento de no creer lo que estaba pasando.
La única persona en el mundo mortal que le importaba, no lo escuchaba y tampoco lo veía, ¿Que había hecho para merecer semejante castigo?
—Ojalá estuvieras aquí —susurro ella en una manera tan dolorosa que le dolió hasta a él.
Sus ojos buscaron entre la nieve un poco de auxilio, como pidiendo arriba que el se le manifestara. Se sintió aliviado porque al menos se daba cuenta que ella también sentía el mismo desespero por él.
—Estoy aquí —empezó a dar pasos desperado hacia ella y instintivamente esperando que ella no se enojara con él en ningún momento unió sus labios con los de ellas para tener la esperanza que aquello funcionara.
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Profecías De Príncipes Solitarios: Origines Ocultos.
Fantasy¿Qué tan cierto es que la oscuridad nos persigue y qué nos lleva a lugares que desconocemos? Pero la verdadera pregunta es; ¿Qué tan bueno es el mal? ¿Cuál son los secretos más oscuro que crees que sabes sobre ti misma? ¿Qué es lo que piensas de la...