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Harry lloró cómo nunca en su vida había llorado tras recibir noticias de su pequeño bubu , siendo abrazado por William quien a pesar de saber que eso podría pasar desde que su niño nació nunca estuvo preparado para ello realmente, pues nadie lo está.

Se quedaron en la sala de espera como si en cualquier momento fueran a ver a su bebé salir de ahí con aquella sonrisa que tanto amaban, jurando aún escuchar la voz del niño decirles cuanto les amaba como era su costumbre.

Harry cayó al suelo con el alma hecha pedazos mientras rogaba a Dios despertar de aquella pesadilla que vivía.

Mientras William intentaba mantener la cordura y se reconfortaba pensando que su niño cumplió el sueño de conocer a su madre.

Margarita llegó tras la llamada de William a reconfortar a su hijo al que encontró llorando en el suelo como cuando tenía tres años y se lastimaba.

Abrazó a su niño rizado con fuerza explicandole que no fue su culpa y que no hizo nada mal en cuidar a su bebé.

-Mamá mi niño- lloró  en el hombro de la mujer, -Quiero a mi niño nana, diles que me lo regresen, es mi esposo, es mío-. Suplicó  viendo a la mujer como si ella en verdad pudiera devolverle a Louis.

La mujer continuó abrazando a Harry mientras acariciaba su cabello y lloraba en silencio pues quería que su hijo encontrara en ella la fortaleza que le faltaba.

-Basta amor te haces daño- detuvo la mujer impidiendo  que Harry se lastimara tomando sus manos, -Estaremos bien hijo, pero tienes que calmarte-.

-Quiero a mi bebé- pidió cubriendo sus ojos con las manos antes de emitir otro fuerte sollozo y continuar su llanto desgarrador.

Al menos dos horas pasaron mientras William hablaba con el médico y Harry lloraba a mares empapando la falda de la mujer con sus lágrimas hasta que tuvo que regresarlo a casa.

Margarita dejó a Harry en su hogar y tuvo que partir no sin antes dejarle una taza de té  para que "calmara sus nervios".

Harry se quedó  sollozando en su sala abrumado por el sepulcral silencio que le rodeaba jugando con su taza de té  hasta que rompió  de nuevo en llanto.

Se levantó  del sofá  con la mantita de su bubu sobre su espalda en un intento de mantener su aroma cerca y entró  a la cocina sacando de su pequeña cantina una botella de vino tinto que planeaba usar para brindar con el niño esa noche y después darle la noticia de que viajarían a Italia.

Abrió la botella sin fuerza y bebió de ella ensuciando su bonita camisa con el vino que escurría de la comisura de sus labios.

Una...dos... al menos tres botellas de vinos y licores fueron vaciadas por aquel hombre que llenó su sistema de alcohol en un intento en vano de llenar su alma de algún calor que le reconfortara.

Bebió el último trago  de vino tinto cuando de su habitación escuchó una dulce e hipnotizante risa que le hizo levantarse en su encuentro, y fué al borde de la escalera donde vió  a su amor correr dentro de su habitación y saltar en la cama de aquella manera aniñada y encantadora que le caracterizaba.

-¡Harreh  ya no me duele, mira estoy sano papi, estoy sano!- rió  el niño dando saltitos en la cama viendo a Harry sonreirle desde el marco de la puerta.

Soltó la botella viéndola caer sin reventarse y se lanzó a la  cama atrapando a Louis entre sus brazo y pegando su nariz en el cuello de este oliendo ese delicioso aroma a vainilla del que se enamoró.

Sonrió con el corazón  latiendo fuertemente mientras unía sus labios con los del chico .

Se recostó con su bebé en la cama y le hizo el amor como nunca lo habían hecho, besando cada milímetro de su suave piel y escuchando al niño en su oído emitir aquella ligera risa que siempre se quedaba flotando en la habitación.

Se encargó de besar y acariciar al chico recordandole siempre lo mucho que lo amaba a pesar de sus berrinches,  defectos y complejos, pues a sus ojos no existía nadie más que él.

Louis reía con dulzura en cada caricia como si fuese el mejor momento de su vida, como si Harry le hiciera tocar el cielo en cada beso que repartía.

Harry se recostó abrazando a su amor con toda la fuerza que restaba en su cuerpo y continuó arrullando a su bubu hasta que ambos cayeron dormidos en su cama la cuál jamás  se había sentido más suave y tibia que aquella noche.











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