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Declaración del señor Claude Bolton [13 de julio, 16.30 h, interrogatorio
a cargo del inspector Ralph Anderson]

Inspector Anderson: Bueno, Claude, para usted debe de
ser una experiencia agradable estar aquí sin andar metido en
problemas. Una novedad.
Bolton: Pues un poco sí. Y montar en el asiento delantero
de un coche de policía en lugar de detrás también. Ciento
cincuenta kilómetros por hora durante casi todo el camino
desde Cap City. Luces, sirenas y toda la pesca. Tiene usted
razón. Ha sido agradable.
Inspector Anderson: ¿Qué hacía en Cap?
Bolton: De visita turística. Tenía un par de noches libres,
así que ¿por qué no? No lo prohíbe ninguna ley, ¿verdad?
Inspector Anderson: Tengo entendido que lo acompañó
Carla Jeppeson, conocida en su trabajo como Hada Primor.
Bolton: Usted debería saberlo, ella ha vuelto en el coche
de policía conmigo. También agradece el viaje, por cierto.
Según ha dicho, ese medio de transporte le da mil vueltas a
cualquier autobús de Trailways.
Inspector Anderson: ¿Y la visita turística se centró en la
habitación 509 del motel Western Vista, a pie de la
Interestatal 40?
Bolton: Ah, no pasamos allí todo el tiempo. Fuimos a
cenar dos veces a Bonanza. Se come de maravilla, y por poco
dinero. Además, Carla quiso ir al centro comercial, así que
pasamos allí un rato. Hay un rocódromo, y me lo subí como
si nada.
Inspector Anderson: No lo dudo. ¿Estaba usted
informado de que un niño murió asesinado en Flint City?

Bolton: Puede que viera algo en las noticias. Oiga, no
pensará que yo tuve algo que ver con eso, ¿no?
Inspector Anderson: No, pero quizá tenga información
sobre la persona que lo hizo.
Bolton: ¿Cómo voy yo a…?
Inspector Anderson: Usted trabaja de gorila en
Gentlemen, Please, ¿no es así?
Bolton: Formo parte del personal de seguridad. No
utilizamos el término «gorila». Gentlemen, Please es un
establecimiento con categoría.
Inspector Anderson: No se lo discuto. El martes por la
noche estaba usted en su puesto, según me han dicho. No se
marchó de Flint City hasta el miércoles por la tarde.
Bolton: ¿Fue Tony Ross quien le dijo que Carla y yo
fuimos a Cap City?
Inspector Anderson: Sí.
Bolton: En ese motel nos hacen descuento porque es del
tío de Tony. Tony también estaba de servicio el martes por la
noche; fue entonces cuando le pedí que llamara a su tío.
Somos muy coleguis, Tony y yo. Estuvimos en la puerta
desde las cuatro hasta las ocho y luego en el patio desde las
ocho hasta las doce de la noche. El patio es la zona que está
delante del escenario, donde se sientan los caballeros.
Inspector Anderson: El señor Ross me dijo también que a
las ocho y media poco más o menos vio usted a una persona
a quien conocía.
Bolton: Ah, se refiere al Entrenador T. Eh, no pensará que
fue él quien se cargó a ese niño, ¿verdad? El Entrenador T es
un hombre de bien. Entrenó a los sobrinos de Tony en la liga
de fútbol Pop Warner y en el equipo infantil de béisbol. Me
sorprendió verlo en nuestro local, pero tampoco me
escandalicé. No se imagina qué público vemos en el patio:
banqueros, abogados e incluso algún que otro clérigo. Pero, como dicen de Las Vegas, lo que pasa en el Gentlemen se
queda en el…
Inspector Anderson: Ya, seguro que son ustedes tan
discretos como un sacerdote en el confesonario.
Bolton: Tómeselo a broma si quiere, pero sí, lo somos.
Tienes que serlo si quieres conservar la clientela.
Inspector Anderson: También para que conste, Claude,
cuando dice «Entrenador T», se refiere a Terry Maitland.
Bolton: Claro.
Inspector Anderson: Cuénteme cómo fue que lo vio.
Bolton: No nos pasamos todo el tiempo en el patio,
¿entiende? El trabajo no se reduce a eso. La mayor parte del
tiempo estamos allí, sí, rondando, asegurándonos de que
ningún tío meta mano a las chicas y cortando cualquier
posible pelea antes de que vaya a más… Cuando los tíos se
ponen cachondos, también pueden ponerse agresivos, como
supongo que ya sabe por su trabajo. Pero el patio no es el
único sitio donde pueden empezar los problemas, sino solo el
sitio más probable, así que uno de nosotros se queda siempre
ahí. El otro se pasea: controla la barra, el pequeño espacio
donde hay unos cuantos videojuegos y una mesa de billar que
funciona con monedas, los cubículos de baile privado y el
baño de hombres, claro. Ahí es donde puede haber trapicheo,
y si lo descubrimos, los agarramos y los echamos a patadas.
Inspector Anderson: Y eso lo dice el hombre que tiene
antecedentes por posesión y por posesión con intención de
venta.
Bolton: Con el debido respeto, inspector, eso es mala fe.
Llevo limpio seis años. Incluso acudo a las reuniones de
Narcóticos Anónimos. ¿Quiere una muestra de orina? Por mí,
encantado.
Inspector Anderson: No será necesario, y lo felicito por
su abstinencia. Así que a eso de las ocho y media estaba
usted rondando…

Bolton: Correcto. Me acerqué a la barra, recorrí el pasillo
para echar un vistazo en el lavabo de hombres, y allí vi al
Entrenador T, justo cuando colgaba el auricular. Al fondo hay
dos teléfonos públicos, pero solo uno funciona. Lo noté…
Inspector Anderson: Claude… Me tiene en vilo.
Bolton: Estaba pensando. Recordando. Lo noté un poco
raro. Como aturdido. ¿De verdad cree que mató a ese niño?
Yo pensé que se debía a que era su primera visita a un local
donde hay señoritas que se quitan la ropa. A algunos les
afecta así, se quedan como alelados. O puede que llevara un
colocón. Le dije: «Eh, entrenador, ¿cómo pinta ese equipo
suyo?». Y él va y me mira como si no me hubiera visto
nunca, a pesar de que fui a casi todos los partidos de la liga
Pop Warner en los que jugaban Stevie y Stanley y de que le
expliqué cómo organizar una doble reversible, cosa que él no
hizo porque en su opinión era demasiado compleja para los
niños pequeños. Aunque si aprenden a hacer divisiones
largas, bien deberían ser capaces de aprender algo así, ¿no le
parece?
Inspector Anderson: Está usted seguro de que era Terence
Maitland.
Bolton: Sí, por Dios. Dijo que el equipo iba bien y me
aclaró que solo había entrado para pedir un taxi. Como quien
dice que compra el Playboy solo por los artículos cuando su
mujer encuentra la revista al lado del váter. Pero le seguí la
corriente: en Gentlemen el cliente siempre tiene la razón,
mientras no intente echar mano a una teta. Le dije que tal vez
ya hubiera un par de taxis fuera. Me contestó que eso mismo
le habían dicho en la compañía, me dio las gracias y se fue.
Inspector Anderson: ¿Cómo iba vestido?
Bolton: Camisa amarilla, vaqueros. Un cinturón con la
hebilla con forma de cabeza de caballo. Unas zapatillas
llamativas. Las recuerdo porque parecían bastante caras.

Inspector Anderson: ¿Usted fue la única persona que lo
vio en el club?
Bolton: No, un par de hombres lo saludaron con la mano
cuando se iba. No sé quiénes eran, y puede que le cueste
localizarlos; muchos tíos se niegan a admitir que les gusta
visitar locales como Gentlemen. Cosas de la vida. No me
sorprendió que lo reconocieran; Terry es casi famoso por
aquí. Hace unos años incluso ganó un premio, lo vi en el
diario. Por más que la llamemos Flint City, esto no es una
ciudad sino un pueblo donde casi todo el mundo se conoce, al
menos de vista. Y cualquiera que tenga un hijo con
inclinaciones deportivas, por así decirlo, conoce al
Entrenador T por el béisbol o el fútbol.
Inspector Anderson: Gracias, Claude. Ha sido de gran
ayuda.
Bolton: Recuerdo otro detalle, nada excepcional pero
pone los pelos de punta si de verdad fue él quien mató a ese
niño.
Inspector Anderson: Adelante.
Bolton: No fue culpa de nadie, solo una de esas cosas que
pasan. Él iba ya a salir para ver si había un taxi, ¿vale? Le
tendí la mano y dije: «Quiero darle las gracias por todo lo
que hizo por los sobrinos de Tony, entrenador. Son buenos
chicos, pero un poco revoltosos, quizá porque sus padres se
están divorciando y tal. Usted les dio algo que hacer aparte
de armar bronca por la ciudad». Creo que se sorprendió,
porque se echó un poco atrás antes de darme la mano. Tenía
un apretón firme, eso sí, y… ¿ve esta marca en el dorso de
mi mano? Me la hizo él con la uña del meñique. Ya casi se ha
curado, no fue más que un corte, pero por unos segundos me
recordó mis tiempos de drogadicto.
Inspector Anderson: ¿Y eso por qué?
Bolton: Algunos tíos…, sobre todo los Ángeles del
Infierno y los Discípulos del Diablo, se dejaban crecer la uña del meñique. Vi algunos que la llevaban tan larga como los
emperadores chinos. Los moteros incluso se las decoran con
calcomanías, como las mujeres. Lo llaman «la uña de la
coca».

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