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Sarah y Grace Maitland casi no desayunaron, lo que no preocupó tanto a
Marcy como la desacostumbrada ausencia de teléfonos y minitabletas en
sus inmediaciones. La policía les había permitido conservar sus aparatos
electrónicos, pero Sarah y Grace, después de echarles una ojeada, los
dejaron en la habitación. Las noticias y los chats en las redes sociales no
despertaron en ellas ningunas ganas de seguirlos. Marcy, después de echar
un vistazo por la ventana del salón y ver dos unidades de televisión y un
coche del Departamento de Policía de Flint City aparcados junto a la
acera, corrió las cortinas. Pensó que iba a ser un día larguísimo. ¿A qué
demonios iba a dedicar su tiempo?
Howie Gold contestó a esa pregunta por ella. Telefoneó a las ocho y
cuarto, muy animado a juzgar por su tono de voz.
—Esta tarde iremos a ver a Terry. Juntos. En principio las visitas tiene
que solicitarlas el recluso con veinticuatro horas de antelación y han de
aprobarse previamente, pero he conseguido que nos eximan de ese trámite.
La única norma que no he podido soslayar es la de no contacto. Terry está
en un módulo de máxima seguridad. Tendremos que hablar con él a través
de un cristal, pero no es tan malo como parece en las películas, ya lo verás.
—Vale. —Le faltó el aliento—. ¿A qué hora?
—Pasaré a recogerte a la una y media. Deberías llevarle su mejor traje
y una corbata oscura bonita. Para la comparecencia. Y cosas buenas para
comer. Frutos secos, fruta, dulces. Ponlo en una bolsa transparente, ¿de
acuerdo?
—Vale. ¿Y las niñas? ¿Me…?
—No, las niñas se quedan en casa. La cárcel del condado no es sitio
para ellas. Busca a alguien que vaya a acompañarlas, no sea que la prensa
se ponga muy pesada. Y diles que todo va bien.
No sabía si encontraría a alguien; no quería abusar de la confianza de
Jamie después de la noche anterior. Si hablaba con el policía del coche
patrulla aparcado enfrente, él mantendría a la prensa alejada del jardín. ¿O
no?
—¿Va todo bien? ¿De verdad?
—Creo que sí. Alec Pelley acaba de reventar una piñata de tamaño
gigante en Cap City y todos los premios han caído en nuestro regazo. Voy
a mandarte un link. Dejo en tus manos la decisión de compartirlo o no con
tus peques, pero yo que tú lo haría.
Cinco minutos después, Marcy estaba sentada en el sofá con Sarah a un
lado y Grace al otro. Permanecían atentas a la minitableta de Sarah. El
ordenador de sobremesa de Terry o uno de los portátiles habrían ido mejor,
pero la policía se los había llevado. Con la tableta ya valía, como se
demostró. Al poco estaban las tres riendo, lanzando chillidos de júbilo y
chocando los cinco.
Esto no es solo una luz al final del túnel, pensó Marcy; es todo un
señor arcoíris.

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