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Declaración del señor Carlton Scowcroft [12 de julio, 21.30 h,
interrogatorio a cargo del inspector Ralph Anderson]

Scowcroft: ¿Va a alargarse mucho esto, inspector?
Porque suelo acostarme temprano. Trabajo en el
mantenimiento del ferrocarril, y si no ficho a las siete me la
cargo.
Inspector Anderson: Aligeraré todo lo que pueda, señor
Scowcroft, pero estamos ante un asunto grave.
Scowcroft: Lo sé. Y colaboraré tanto como me sea
posible. Pero el caso es que no tengo mucho que contar y
estoy deseando llegar a casa. Aunque no sé si dormiré bien.
No ponía los pies en esta comisaría desde una juerga a los
diecisiete años. Por entonces el jefe era Charlie Borton.
Nuestros padres nos sacaron de aquí, pero yo estuve
castigado en casa todo el verano.
Inspector Anderson: Bueno, le agradezco que haya
venido. Dígame dónde estaba el 10 de julio a las siete de la
tarde.
Scowcroft: Como le he dicho al llegar a la chica de la
entrada, estaba en el Shorty’s Pub, y vi esa furgoneta blanca,
y vi al hombre que entrena al béisbol y al equipo de fútbol de
la liga Pop Warner en el Lado Oeste. No recuerdo cómo se
llama, pero su foto sale muy a menudo en el diario porque
este año tiene un buen equipo en la liga interurbana. Según el
diario podrían ganarla. Moreland, ¿se llama así? Iba todo
manchado de sangre.

Inspector Anderson: ¿En qué circunstancias lo vio?
Scowcroft: Verá, cuando salgo del trabajo sigo cierta
rutina; no tengo a una mujer esperándome en casa ni soy un
gran cocinero, no sé si me entiende. Los lunes y los
miércoles como en el Flint City Diner; los viernes voy al
Bonanza Steakhouse, y los martes y los jueves suelo cenar
costillas con una cerveza en el Shorty’s. Ese martes llegué
allí a… veamos… diría que a eso de las seis y cuarto. Para
entonces el chico ya había muerto hacía rato, ¿no?
Inspector Anderson: Pero a eso de las siete usted estaba
fuera, ¿correcto? En la parte de atrás del Shorty’s Pub.
Scowcroft: Sí, yo y Riley Franklin. Me lo encontré allí, y
cenamos juntos. Fuera, detrás, es donde la gente va a fumar.
Hay una puerta al final del pasillo donde están los servicios.
Incluso ponen un cubo para la ceniza. Así que cenamos… Yo
comí costillas, él una hamburguesa con queso. Luego
pedimos el postre y, antes de que llegara, salimos atrás a
fumar. Mientras estábamos allí, de palique, paró esa
furgoneta blanca sucia. Tenía matrícula de Nueva York, eso
lo recuerdo. Aparcó al lado de una pequeña ranchera
Subaru…, creo que era Subaru, y salió ese individuo.
Moreland, o como se llame.
Inspector Anderson: ¿Cómo iba vestido?
Scowcroft: Bueno, en cuanto al pantalón no sabría
decirle, a lo mejor Riley sí se acuerda, puede que fueran unos
chinos, pero la camisa era blanca. De eso me acuerdo porque
tenía la pechera manchada de sangre, mucha sangre. El
pantalón también, pero no tanto, solo alguna salpicadura.
También tenía sangre en la cara. Debajo de la nariz,
alrededor de la boca, en la barbilla. No vea qué sangrerío. Y
Riley, que creo que antes de que yo llegara ya se había
tomado un par de cervezas, yo solo me tomé una, en fin,
Riley va y dice: «¿Cómo ha quedado el otro tío, Entrenador
T?».

Inspector Anderson: Lo llamó Entrenador T.
Scowcroft: Como lo oye. Y el entrenador se ríe y dice:
«No ha habido ningún otro tío. Algo se me ha aflojado en la
nariz, solo eso, y ha empezado a manar como el Viejo Fiel,
ese géiser de Yellowstone. ¿Hay algún ambulatorio por aquí
cerca?».
Inspector Anderson: ¿Interpretaron eso como un centro
médico de asistencia, tipo MedNOW o Quick Care?
Scowcroft: A eso se refería, sin duda, porque quería ver
si era necesario cauterizar ahí dentro. Uf. Nos contó que ya le
había pasado otra vez. Le aconsejé que fuera a Burrfield, a
unos dos kilómetros; solo tenía que doblar a la izquierda en
el segundo semáforo y vería el cartel. ¿Sabe aquel panel al
lado de Coney Ford? Indica el tiempo de espera aproximado
y todo. Luego preguntó si podía dejar la furgoneta en ese
pequeño espacio de aparcamiento detrás del Shorty’s, que no
es para los clientes, como indica el cartel de la parte de atrás
del edificio, sino para empleados. Y yo le dije: «El
aparcamiento no es mío, pero si no la deja demasiado tiempo
no creo que haya problema». Entonces dice…, a los dos nos
pareció raro con los tiempos que corren, que dejaría las
llaves en el portavasos por si alguien tenía que moverla.
Riley dijo: «Buena manera de que se la roben, Entrenador
T». Pero él repitió que no tardaría y que a lo mejor alguien
necesitaba moverla. ¿Sabe qué pienso? Pienso que a lo mejor
quería que alguien se la robara, a lo mejor incluso Riley o yo.
¿Podría ser, inspector?
Inspector Anderson: ¿Qué pasó después?
Scowcroft: Se metió en aquella ranchera Subaru verde
pequeña y se marchó. Eso también me pareció raro.
Inspector Anderson: ¿Qué tenía de raro?
Scowcroft: Preguntó si podía dejar la furgoneta un rato,
como si pensara que la grúa podía llevársela o algo así, y sin
embargo tenía ya allí el otro coche, sano y salvo. Raro, ¿no?
Inspector Anderson: Señor Scowcroft, voy a poner
delante de usted seis fotografías de seis hombres distintos y
quiero que elija la que corresponda al hombre que vio detrás
del Shorty’s. Todos se parecen, así que tómese su tiempo.
¿Me hará ese favor?
Scowcroft: Por supuesto, pero no necesito tiempo. Es ese
de ahí. Moreland, o como se llame. ¿Puedo irme ya a casa?

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