En un mundo asediado por la discordia entre humanos y seres mágicos llamados "ents", Nora, escapa de las garras de supuestos aliados, lanzándose hacia lo desconocido, ansiosa por saborear la libertad tras un año de cautiverio. Sin embargo, lo que ig...
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Nora miraba a Garrett y Garrett la miraba a ella. Ambos sabían que habían ido demasiado lejos y el príncipe de los elfos empezó a titubear al mismo tiempo que ella:
—Lo- lo lamento. Me sobrepasé, yo no-
—Escucha, lo siento, no debí gritarte, yo-
—Sólo quería ayudarte a quitarte la túnica para ver la herida en tu cuello.
Ante esta revelación, Nora se sintió como una estúpida y Garrett todavía más.
—¿Qué?—Nora no creyó oír correctamente.
—Tu... tu cuello; tu herida. Me preguntaba si...—Garrett estaba verdaderamente confundido. Jamás nadie lo había hecho perder los estribos como ella lo lograba en tan solo unos pocos segundos.
Nora bajó la vista al suelo.
—¿Por qué mencionaste a Varlan?
—Las veces que te he tocado siempre te ves... como si me tuvieras pavor. Sé que ese no es el tipo de relación que hay entre vosotros, es sólo que, no sé... me molestó tu reacción. Fue infantil de mi parte y lo lamento.
Garrett inclinó la cabeza, quedándose clavado donde estaba. No sabía hasta qué punto Nora le temía, pero no quería averiguarlo a punta de errores, así que decidió quedarse quieto y con la cabeza gacha hasta que ella le diera un indicio de que podía moverse.
Nora vio a aquel hombre, parado frente a ella completamente inmóvil. «¿Estará esperando a que le diga algo?», se preguntó.
Miró la túnica que llevaba puesta y se acercó a él. Primero un paso, luego dos. Garrett había bajado la vista al suelo, sumiso, lo que le dejó entrever a Nora que lo había juzgado mal. Él había tenido razón: algo en ella le tenía un terrible miedo a acercarse a Garrett, y no sabía el porqué. No era un miedo racional- más bien parecía provenir de su instinto, pero tampoco era nada parecido al terror que le causaba Blackburn. Era otra clase de miedo.
