CAPÍTULO 2 - Sisu

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           No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, pero era consciente de la suerte que había tenido

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           No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, pero era consciente de la suerte que había tenido. Saltar desde esa altura pudo haberla dejado verdaderamente malherida, de no haberse encontrado con ramas que fueron tan amables de frenarla y rasparle la cara y el cuerpo enteros a Nora.

Sus rizos rojos, ahora sueltos, enmarañados y llenos de ramitas y hojas, danzaban en el aire nocturno mientras corría tan rápido como le era físicamente posible. Sentía sus pulmones arder; ya no aguantaría mucho más. No veía casi nada y la luz de la luna apenas atravesaba las copas de los árboles que ahora la rodeaban. Sólo buscaba la manera de hacer de la oscuridad su ventaja para lograr que los soldados le perdieran el rastro, ¿pero cómo? Fue entonces que Nora notó algo bajo sus pies, o más bien, la falta de ello: suelo sobre el que correr.

Cayó por una inclinada pendiente, atravesada por un arroyo que la dejó mojada y cubierta de hojas, musgo y fango. Recordó entonces la torrencial lluvia de la noche anterior. Trató de ponerse en pie lo más rápido posible, luchando por no resbalarse, para justo después, gatear por la inclinación de tierra y esconderse en lo que parecía un tronco hueco antes de que la alcanzaran a ver los soldados. Las pezuñas de los caballos removían el lodo sobre la frontera que dividía la parte del bosque "segura" y la "zona de riesgo" que se encontraba pasando aquel torrente.

Uno de ellos miró a sus hombres, contrariado. Sabía que si la chica había atravesado ese cuerpo de agua, seguramente estaría muerta para la mañana.

           —¡No podrás esconderte para siempre bruja! —gritó uno de los guardias.

           —Vamos Nora... ¡Sal ya y te perdonaremos la vida! Vienes con nosotros sin causar problemas y te llevamos de regreso a la seguridad de la aldea. ¡Tú decides: ven y vive, o quédate y muere!

Nora reconoció esa voz, una voz que la había atormentado diariamente durante el último año, y por inercia, la joven, aterrorizada, se hizo un ovillo tratando de esconder lo más de sí en el hueco del árbol, rezando por que no fueran capaces de escuchar su agitada y contenida respiración. El tormento de ser descubierta y llevada de regreso en ese punto, fue lo único que le otorgó el coraje suficiente para permanecer dolorosamente inmóvil, hasta que, ante la calma como respuesta, el cabecilla de la patrulla apretó su mandíbula rompiendo con el silencio que los rodeaba.

La Profecía - Saga Ents I   (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora