CAPÍTULO 5

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La mejor artimaña del diablo es hacerle creer al mundo que el no existe.

La mejor artimaña del diablo es hacerle creer al mundo que el no existe

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Kenneth Al Capone.

—Prepara la camioneta —ordeno poniendo un pie fuera de la casa.

Elio me mira como si se debatiera en que responderme y resoplo: —Con todo respeto mi General, la señora dijo que...

Alzo una ceja.

—La señora puede decir muchas cosas pero aquí el que tiene la última palabra soy yo. ¿Entendido?.

—Sí.

—Bien.

Sentencio volviendo la vista a mi celular. La pequeña cámara que pedí que instalasen en la habitación de mis hijos captaba un nuevo movimiento por lo que me impaciento, sin embargo cuando una cabellera rubia se asoma sé que se trata de la mejor amiga de mi esposa.

Maldito par de locas.

El anillo que había optado por usar sentía que me asfixiaba hasta el alma y no era para menos si con quien lo compartía era capaz de eso y mucho más. El plateado me quedaba de maravilla.

Hoy por la mañana cuando desperté en la bañera un terrible dolor de cabeza me asechaba aún y con las aspirinas ingeridas. Algunos recuerdos comenzaban a llegar aunque ninguno era sobre la pelinegra con ojos color cielo.

Y eso me frustraba aún más.

La Range Rover se posiciona enfrente mío, la puerta es abierta y me subo esperando a que se ponga en marcha. Podría decir que algunas de las cosas positivas de haber sido alguien a quien respetaban y temían solo con mi presencia, era que me daban todo sin necesidad de pedírselos, a excepción de aquellos que estaban con Kenna. Sus perros le eran fiel incluso si se les ofrecía un millón de huesos más nuevos.

Abro el compartimento que tenía en frente dejando libre a un delicioso Jack Daniels, me sirvo un poco y me lo tomo de un solo trago. La locura que estaba a punto de hacer era necesaria, podría no recordar mucho pero si sabía que odiaba que tocasen mis cosas.

Y Kenna alias la maldita loca, era mi esposa.

Rosslyn Webster:

El paisaje que me brindaba la parte trasera de la inmensa casa era sacada de un sueño, no sabía por qué desperdiciarían tanto dinero en mantenerla si jamás se han sentado a apreciarla.

Bufo aún con lágrimas en mis ojos.

No me sentía cómoda en ningún lugar y con nadie, estaba sola y totalmente asqueada por todos los lujos y detalles que se derrochaban sin ni siquiera reparar que allá afuera hay tantas personas desahuciadas y niños que no tenían ni un peso para comer.

Los ricos jamás se han compadecido de los pobres y eso es algo que jamás cambiara.

Hoy en la mañana después de que tuviera una conversación con Kenneth y me diera el anillo que ahora llevaba en mi dedo anular, decidí plantarle cara a la gran señora de la casa. Obviamente las cosas no salieron como me lo esperaba, el que me recordara mi pasado de una forma tan brusca nunca había estado en mis planes. Fui una idiota que no midió su poder.

EL TRONO © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora