CAPÍTULO 15

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Dos mitades de uno entero.

Dos mitades de uno entero

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Kenna Bianchi

Me remuevo inquieta por el asfixiante calor. Sea el lugar en el que se encuentre reposando mi cuerpo, se sentía muy cómodo pero caliente. Cuestión que me molestaba pues prefería siempre lo helado.

Abro los ojos.

Lo primero que observo es un pecho descubierto y sin ningún ápice de vellos ¿lo segundo?. Mi mano sobre él, mi pierna rodeando una gruesa cintura con una erección bastante visible.

Sin embargo, el olor tan familiar y maderoso junto con los ángulos bien proporcionados de su rostro, me hacen saber al instante que he estado descansando en los brazos de la bestia.

La respiración se oprime contra mi pecho y las manos comienzan a sudarme fríamente. No me gustaba esta sensación.

Mi mente clamaba constantemente la muerte del semental de ojos grises que tenía bajo mi cuerpo. Me exigía liberación de todo lo putrefacto que pudo haberme vertido, quería que cortase toda esta mierda de raíz para que después gobierne como soberana. Pero, luego está lo que muchas personas llaman corazón; una máquina que cumplía el deber de aportar oxigeno a la sangre que se dirigía hacia allí para después repartirlo por todo mi sistema corporal, incluyendo mis pulmones.

¿Era por eso que cada que estaba cerca de él sentía que la garganta se me apretujaba y que la respiración se me cortaba segundo a segundo?

Imposible.

Podría considerarse como un delito relacionar mi nombre con cualquier sentimiento que no sea el odio y la venganza. Yo no he nacido para amar a alguien, para este punto dudaba que siquiera lo hiciera conmigo misma porque de ser así no le cedería tanto poder a mi esposo sobre mi misma.

<<—¿Y Nas?>>

Ese pequeño niño albino solo era la excepción a mi regla. Él no merecía el odio de alguien como yo, está libre de pecados y de condenas y es porque yo así lo he querido. Lo he defendido a capa y espada y aunque me duela en el alma debo reconocer que el hecho que la Bratva lo haya atrapado hace algún tiempo, ayudo a mi finalidad.

Ser la Red Queen.

Tantos años de pregonar que mi apellido significa realeza y mi nombre letalidad, para que solo reaparezca cuál Lázaro dejándome en nada. Porque tal cual me sentía, esto eran tierras movedizas y estaba en la cuerda floja.

Ya llegaría el momento de estar nuevamente en el piso, mi instinto me lo estaba gritando y sabía que así sería; más sin embargo esperaba que no fuera por él. Jamás nuevamente por él.

Siento su cuerpo removerse y casi por instinto me tenso, una de sus manos se fija en mi espalda mientras que la otra aprieta más mi muslo sobre su cintura.

EL TRONO © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora