CAPÍTULO 26

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Cambie el significado de mi nombre y arrastre mi apellido por un final juntos, pero hoy me rindo.

Cambie el significado de mi nombre y arrastre mi apellido por un final juntos, pero hoy me rindo

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Kenneth Al Capone.

Una ventisca helada azota mi cuerpo en cuanto coloco un pie dentro del centro psiquiátrico. Era como si el clima se hubiese puesto de acuerdo con mis acciones. El olor del cloro mezclado con algún extraño químico similar al azufre prevalecía en el aire, sobre todo cuando una mujer regordeta remoja su trapo en un depósito con agua.

-Bienvenidos al psiquiátrico de la felicidad, agradecería mucho que...

-Vengo por la paciente Rosslyn Webster -la interrumpo guardando mis gafas.

-¿La loca del cuarto 300? -la reparo con una ceja alzada- Lo siento, pero esa chica es la que más problemas nos da y se nos hizo justo ...

-No me interesan tus excusas, ni como la llamen. Quiero verla.

-Las visitas programadas son para dentro de un mes, puede venir...

-No, no puedo venir otro día, así que abre la maldita puerta -gruño.

-¿Podría dejar de interrumpirme?

-No. Ábrame la puerta.

-Señor...

-Enzo Ranieri -miento ganándome la mala mirada de mi cuñado.

-Bien, señor Enzo, le pediré que se tranquilice y escuche lo que le estoy diciendo. Las visitas son mensuales, no cada vez que el familiar desee. Nuestros pacientes tienen un cronograma...

-Me importa una mierda su cronograma -le disparo con el silenciador puesto-. Encárguense de quemar el cuarto de grabaciones y los discos incluidos, los reportes y todo el papeleo. Yo entraré por Rosslyn y nos vemos en la cochera trasera en quince minutos.

Foster y Adams asienten.

Guardo nuevamente el arma y me paso del otro lado del escritorio con el propósito de quitarle su identificación.

-¿Quieres que te acompañe? -la voz de Enzo me hace apuntarle.

-Joder, que no. Vete con los chicos.

-Bien.

Me aseguro que el cuerpo quede bien escondido debajo del escritorio antes de pasar por la puerta y registrar la tarjeta. Este lugar contaba con seguridad hasta en la pasta dental, me aseguré de ello antes de enviar a Rosslyn aquí, lo menos que quería era que la maldita se escapara y me originara otro problema.

Las paredes y suelo blanco con cerámica, se encontraban adornadas por guirnaldas con distintos colores y diseños, mientras que las ventanas estaban aseguradas con rejas gruesas para evitar lo que no se me es difícil de suponer, un suicidio.

Cabe recalcar que el olor a antisépticos y cloro me acompaña en todo momento. Las cámaras se mueven apuntándome de vez en cuando, pero con la confianza de que Enzo se encargaría, sigo avanzando.

EL TRONO © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora