CAPÍTULO 13

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Donde está la paz, Dios está. Donde no, Lucifer y Satanás.

 Donde no, Lucifer y Satanás

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Kenna Bianchi:

No había podido dormir en absoluto.

Los recuerdos no me abandonaban. Rosslyn montando a Kenneth. Yo encima de él tratando de apaciguar el sentimiento de ardor en el pecho, la venganza.

Hubiera sido tan fácil solo subir las escaleras, abrir su puerta y romperle el cuello. Se estaba convirtiendo un grano en el culo que no me apetecía cargar por mucho tiempo pero que sin embargo debía, Kenneth fue muy claro dejando esa estúpida joya en su dedo. Cuestión de la que ya estaba investigando, en este momento ella recibía mucha más protección que yo dejando solo dos posibilidades y para ser honestos ninguna de las dos me gustaba. Tenía una teoría en mente que apostaría todo lo que soy, es verdad.

Existe mucha coincidencia y yo no creo en ellas.

Después de que llegue del club lo primero que hice fue ducharme, luego pase un momento con los niños. Nas fue el primero en cerrar sus ojos con una canción de cuna y unos masajes en su blanquecino cabello, Kali por otro lado no se estaba quieta y gruñía de rato en rato. Fue difícil hacerla dormir pero no imposible.

La madrugada se me pasa en un santiamén. Entre el trabajo que tenía atascado y los niños realmente no tenía demasiado tiempo para regresar a pensar en otros asuntos, como por ejemplo el hecho que estaba a punto de realizar.

Firmar papeles, enviar y leer documentos no era una cuestión tan sencilla como se pintaba. Mucho menos de 35 países aliados, necesitaba demasiada organización y disposición que siendo sincera muchas veces ya no tenía, es por eso que había optado por crear mi propio gabinete. La elite eran pequeñas copias mías que había creado sin conocimiento.

Tenía suficiente peso sobre mis hombros como para tirarme al suelo y no levantarme por un buen rato. Pero estaba claro que eso jamás sucedería porque estoy acostumbrada a estar siempre en la cima. El Poder y el reconocimiento fue lo que más anhele por años; placeres que ni siquiera el sexo con Kenneth me podría brindar. Estar siempre por encima daba mucho mejores resultados que entregar tu alma a una causa perdida.

Algunos de los rayos solares comenzaban a asomarse por la ventana golpeando el reflejo en los espejos, la brisa fría del amanecer golpeaba mucho más fuerte que en invierno. Para ser otoño, el clima en Florencia parecía estar en todo su apogeo en un interminable invierno.

La coleta alta que sujetaba mi cabellera negra, apretaba mi cráneo con cada movimiento. Dolía pero cumplía su función de mantenerme en pie, el dolor y sus cosas milagrosas. Tomo el martillo de gran tamaño y lo arrastro por el pasto, necesitaba llegar hasta los últimos metros de mi territorio para poder sacarme la duda que renacía en mis entrañas.

El alimento era cada vez más confirmando que no era la única que tenía un juego en mente. El ajedrez era un arma de doble filo que había negado suficientes veces como para no salir herida en algún momento. Considere tal posibilidad cuando creí a Kenneth muerto, pero ahora que no lo esta sé que mi verdadero contrincante no ha dado su gran golpe aun.

EL TRONO © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora