CAPÍTULO 20

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Un diablo bien vestido, por un ángel es temido.

Un diablo bien vestido, por un ángel es temido

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Kenneth Al Capone.

25 años atrás.

-¿Peso mucho?

Niego mientras una sonrisa se plasma en mi rostro.

-No Clyte, además ya falta poco para llegar.

-Está bien.

La ajusto nuevamente a mi espalda mientras sigo caminando. La sorpresa que le había preparado requería alejarnos un poco, no me preocupaba que alguien nos viese pero sí que la loca madre de Kenna nos arruinara la tarde.

Nadie, o bueno, eso es lo que supongo; sabe que hemos entablado alguna conversación o que tan siquiera nos llevamos bien. Usualmente, cuando tenemos nuestros encuentros, la mansión de los Bianchi está vacía.

Jamás entenderé por qué seguimos viviendo con ellos, se lo pregunte a Alessia aunque no me dio una respuesta certera. Deje de insistir hace algún tiempo.

Ignoro la gota de sudor que cae por mi frente, el atardecer estaba muy bonito y me negaba a dejar caminar a Kenna. Sus pies comenzaron a dolerle con esos estúpidos zapatos con algo de tacón que Beatrice le obligó colocárselos en la mañana. Sus gritos se escuchaban por toda la casa, incluso hasta el área verde.

No me imagino el grito que pegara cuando sepa que tenemos una especie de "relación", aunque no sabría si es correcto llamarla de esa manera. La pelinegra de ojos cielo me agrada, tiene ese olor tan familiar a lo prohibido, a lo desquiciado que es tan... atrayente.

La llevo observando un tiempo desde lejos, desde que llegué de mi internado. Posiblemente, ella crea que no existía para mí desde antes, pero entonces estaría equivocada. Siempre la he observado desde las sombras.

Y es que resulta imposible no hacerlo.

-En serio, ojos grises, yo puedo caminar.

-¿Ya no te duelen los pies? - me observa desde arriba sin saber que decir - Eso pensé.

-Pero...

-No hay excusa que valga.

Ignoro su mala mirada y la fuerza que sobrepone en mis hombros. La hice enojar.

La última colina ya comenzaba a verse, lamentablemente estaba lo suficientemente cerca del pequeño cementerio que se tenía dentro de la propiedad aunque eran innegables las vistas.

Seguía con la ropa deportiva de la escuela, era lo suficientemente cómoda para aguantar tantos kilómetros. Hoy tuve entrenamiento para las olimpiadas internacionales de esgrima.

Un maldito lío pero cuando eres el mejor, simplemente lo eres.

-Llegamos -sentencie bajando un poco para que ella toque el piso, para su edad era lo suficientemente alta como para llegarme por encima del hombro.

EL TRONO © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora