CAPÍTULO 7

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Las verdades en boca de otros, duelen más que las de mi espejo.

Las verdades en boca de otros, duelen más que las de mi espejo

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Kenna Bianchi:

Hendry:

¿Cuándo lo vas a hacer?

Kenna:

Dos días.

Hendry:

Bien, traspapelaré esos datos.

Kenna:

Infórmame cualquier cambio.

Tiro el celular al asiento nuevamente al no esperar algún tipo de respuesta por su parte. Concordaba con él al decir que esto era una locura, pero no me iría para atrás; lo que me preocupaba al inicio eran mis hijos y con certeza ahora sé que con Kenneth aquí los ataques se eliminaran y que su respaldo es mucho más fuerte que el mío.

Mi madre estaba tan impaciente como yo y aunque intente ocultarlo también se le notaba preocupada. La misión que llevaría a cabo podría costarme la vida, reputación y muerte de mi círculo más allegado sin duda alguna.

Las verjas de la mansión se abren dejando entrar primero a la caravana de cinco camionetas negras y polarizadas. Kenneth había llegado al mismo tiempo.

Después del altercado vine por una hora pero luego decidí ir a dar una vuelta por el barrio ruso que tenemos por aquí, las cosas están bastante bien. Mi aceptación como la nueva líder es demasiado rápido, los jefes respetan mi linaje. Además, con haber sido testigos de la brutal masacre que desate esa noche en Moscú sabían que no me iba de rodeos. La bancada roja ya no existía y eso era algo que también me agradecían, el inepto de Ian no había tenido los cojones ni para retirarlos o exterminarlos.

La cabeza comenzaba a dolerme nuevamente pero me resistía a tomar otro medicamento que no fuese exclusivamente los anticonceptivos que la ginecóloga me recomendó después de tener a Kali.

Exhalo cuando mis camionetas se detienen frente a las escaleras pequeñas que llevan a la entrada. Mi esposo me estaba esperando con la mirada destellante en furia y con sus brazos a ambos lados de su cuerpo. El traje gris con la camiseta de lanilla hasta el cuello de color negro se le veía bien. Especialmente me gustaba el pantalón, resaltaba bien su bonito y respingado culo.

Soy una maldita acosadora, pero no pediré disculpas cuando ya me lo he comido y realmente lo disfrute.

Enzo ya se había bajado, me abre la puerta e intenta darme su mano para ayudarme cuando el italiano lo manotea para ocupar su lugar. Con la respiración contraída, la acepto dejando que la electricidad en mi cuerpo se reanime y me impulse a caminar como es debido.

—Gianna me dijo que el bagre no era precisamente un animal que me gustase consumir.

Tuerzo mi gesto.

EL TRONO © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora