CAPÍTULO 33

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Necesito que soportes la tristeza que yo no. Que seas la base de la muralla que me conforma.

 Que seas la base de la muralla que me conforma

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Kenneth Al Capone

El helicóptero aterriza en la mansión Al Capone. Kenna consiguió quedarse dormida en mi hombro a los minutos que este emprendió vuelo, su rostro guarda la clásica elegancia y moderación.

Sonrío como idiota al recordar que justo de esa misma manera Kali logra quedarse dormida.

El Capitán nos abre la puerta permitiéndome experimentar la vista de los demás a algunos metros aguardando por nuestra llegada. Con cuidado desabrocho su cinturón deteniendo un poco más de lo previsto mi mano en su estómago. No me canso de hacerlo.

Ella se remueve y su respiración en el hueco de mi cuello hace cosquillas. Me yergo en el instante que sus azules ojos contemplan mi rostro.

-Debemos bajar.

Parpadea, inspecciona el lugar y después se aleja bruscamente golpeándose con una agarradera de techo. Intento ayudarla, pero me manotea. Sus ojos se le llenan de agua y sin razón me siento culpable.

-¿Y ahora qué demonios te sucede? -espeto.

-¿Quién eres? No te conozco, no me toques -le tiembla el labio- ¿En dónde estoy?

Percibo dolor y realismo en su voz, sin embargo, es Kenna la que expresa todo ello; por lo que no le creo.

-No tenemos tiempo para juegos sin sentido, los niños te están esperando.

Alcanzo su brazo su la arrastro pese a su resistencia a la orilla del transporte. Gime de dolor y zapatea, me detengo.

-Quiero a mi amo, él dijo que no podía estar con desconocidos. Yo no te conozco, déjame ir con él -suelta y me dedico minutos enteros a reparar sus movimientos, le tomo el rostro mientras niega.

El color de sus ojos no eran los mismos de siempre, podría hasta jurar que el tono maravilloso del azul se había apagado. La suelto como si quemara, observo su lloriqueo e insisto que esto debería ser algún jodido karma.

Algo debí haber hecho mal en el pasado para que mi presente sea tan desdichado.

Retrocede intentando esconderse de mí, avanzo los pasos necesarios para atraparla entre mis brazos y cerrar nuevamente la puerta. La Kenna real no hubiese querido que nadie la viese de esta manera.

-Redirige el vuelo a la casa de campo.

No apostaría por el momento a sacarla del país o de la ciudad porque estoy seguro de que en cuanto regrese su personalidad dominante y cuando se reponga, va a querer aniquilar a sus presas.

-¿A dónde me llevas? No me toques, a él no le gusta que me toquen, suéltame por favor -me aferro más a su cuerpo sin interesarme si le duelen las heridas, ella podría cometer una locura si le doy cavidad.

EL TRONO © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora