EXTRA II

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El Diablo tiene muchas caras y muchas formas de hacerte pecar

El Diablo tiene muchas caras y muchas formas de hacerte pecar

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Desconocido 1:

He perdido ya la cuenta de los días que llevo en el mismo calvario. Las luces son las mismas de siempre, los barrotes con ese terrible olor a oxidado y las paredes mojadas por el orín de mis guardias.

Esto apestaba.

Cada segundo que transcurría sentía que me perdía mucho más que el anterior, aunque ni siquiera eso restaba mis ganas de terminar lo que he comenzado. Estoy seguro de que algún día me sacaran.

He pasado por dolores inimaginables, he visto mis espectros y mis miedos hechos realidad. Me han subido el infierno a la tierra. A mí, a un hombre que miles de veces ha sido el timador en lugar de la presa.

Jamás pensé decir esto, pero me estoy cansando. Mis enemigos me habían apresado y solo Dios y el diablo sabían lo que mi familia estaba desatando allá fuera. Y sobre todo lo que mi pequeña estaría tramando.

Dicen que de tal palo, tal astilla. Pero creo que nuestro caso es especial, siempre lo fue. La astilla ha crecido mucho más que el palo y no podía estar más feliz por ello.

Exhalo y tacho una línea sobre las cuatro que llevaba. Cada uno significaba un día, aunque ya ni siquiera recordaba el porqué lo hacía. Las líneas de la pared de arriba ya se estaban borrando, supongo que es porque es una de las cosas que jamás salen de rutina.

Después de ello casi siempre todo es nuevo. Un nuevo guardia. Una nueva humillación. Una nueva tortura. Una nueva idea de asesinarlos.

Sangre por sangre.

Kenna Bianchi:

—Esta mañana llego un embarque de G-40 y dos de R47, los lanzagranadas aún están pasando las aduanas y se estima un tiempo de quince horas promedio para que finalmente estén en las bodegas junto a las demás reservas.

—¿Llegaron las seis toneladas de YSD a Noruega? —la secretaria rubia asiente tecleando algo en la pantalla de su tableta digital.

—Si y la de B7 también, España nos está pidiendo un nuevo contrato. El Capo solo quiere negociar con usted. —junto mis cejas dejando el café de lado.

—Programa una cita.

—De hecho...

—Ostia, los años han pasado pero te han puesto mejor. —mi rostro se gira por instinto.

Asien Galván Pastrana, un magnate millonario treintañero que convierte en oro todo lo que toca. Buenas proporciones, alto con el cabello castaño, ojos miel y con una barba algo pronunciada, nariz algo gruesa, labios finos con cejas y pestañas pobladas. Un soltero codiciado que le da a todo lo que utilice falda, un ex amigo de la infancia; en ese entonces un heredero de la mafia amarilla. Ahora, el Capo.

EL TRONO © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora